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Faina recostó la cabeza en el pecho de Deo

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Faina recostó la cabeza en el pecho de Deo. La paz la inundó apenas un poco, no lo suficiente para borrar todas las angustias.

—Me siento tan agotada, cualquier otra mala noticia no la soportaría.

Deo acarició la frente y el inicio del cabello de Faina, lo que empezó a relajarla. Sus toques eran delicados. No había dormido ni un poco en las dos últimas semanas, con exactitud desde que fue separada de Rayco. El trabajo apenas le daba algo en que pensar, que además ya tenía una advertencia por la cantidad de faltas en ese breve periodo. A nadie le contaba sus tragedias y tampoco nadie se molestaba en preguntar que le sucedía.

Estar recostada y tan pegada a Deo le era como descansar en una suave cama de algodón, era tan cómodo, que el sueño quiso apoderarse de ella. Su viejo colchón estaba más duro que el suelo, pese a ello, Deo no se quejo ni la apartó de su lado.

Faina agradeció contar con el apoyo de Cecelia, Deo y de los amigos de Deo, que para entonces los sentía como sus amigos también, aunque le provocaba ruido sentir que se entrometía con la amistad de los tres.

Inhalo y exhalo lentamente sincronizado al respirar de su acompañante. Quería permanecer así el resto de sus días.

—Debes ser fuerte, porque ya me iré —dijo en un cauteloso murmullo.

Como si la bañaran de agua fría, Faina se enojó repentinamente consigo misma por haberlo olvidado. Se sentó y se volvió hacia él para besarlo, él no la vio venir, todo pasó tan rápido. Sus lágrimas bañaron los labios de ambos, volviéndo salado el amor que compartían. Deseó que nunca se acabará, que aquellos roces íntimos nunca tuvieran un fin, menos un final triste, pero Deo los separó.

—Yo tampoco quiero alejarme de ti —le aseguró de haber entendido el mensaje transmitido y acunó el rostro de ella en sus manos y con los pulgares limpió sus mejillas.

—¿Es esta nuestra última noche? —preguntó con miedo. En las partidas anteriores no tuvo el tiempo para asimilarlas ni despedirse, Dolores se sintió mal de pronto y antes del anochecer murió en una camilla de hospital, lejos de ella y a Rayco se lo arrebataron en segundos, así que como mínimo, quería disfrutar esa si no podía impedirla.

—No, te juro que no.

Arrebatada del deseo, se abalanzó hacia el frente y lo volvió a besar para callarlo, sabía que mentía y si ya no era posible evitar la separación, no había otra cosa por hacer que no fuera tocarlo para memorizar cada parte su piel, de su voz y de su sonrisa ya tenía mucho.

Las despedidas no eran el fuerte de ninguno, nunca se habían dicho un adiós porque nunca hubo esa intención y ahora estaban ahí, intentándolo.

Les dolía el alma en el momento que tuvieron que resignarse a despedirse por que tiempo no quedaba.

—No me olvides —pidió Faina.

Nunca había tenido amigas y tampoco amigos, hasta que él apareció y aunque Deo era más que solo un amigo, siempre le tendría un sitio para él en su vida como un amigo especial, el que creyó que nunca tendría. Y no solo cargaría con ese título, sino también como el del primer amor de su vida, y probablemente, el único.

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora