Si los errores son parte de la vida; deberían de afectar a uno mismo y no a otros, no a quienes apreciamos con mucho cariño. Por qué esos errores los rompen a ellos para siempre y la conciencia uno, no vuelve a descansar nunca.
Por la tarde, Deo salió de casa con la excusa del entrenamiento programado. La casa de Faina, sin duda, no era un lugar para entrenar básquet.
Cuando llamó a su puerta, ella ya lo esperaba lista.
Esa ocasión Ray no fue invitado, el acompañó a su abuela quedándose en casa. Ambos pasaron un rato muy agradable mirando una película de Disney.
Los adolescentes tomaron un transporte público y salieron a las afueras de la ciudad.
Para Faina era un poco extraño acostumbrarse a la emoción que Deo demostraba al subirse por primera vez, como pasajero, en un autobús.
Comentó que en su momento realizó una excursión por parte de su escuela en la que tuvo que subir a un camión pero ya eran muchos años desde ese día.
—Mira cómo cabecea ese señor —señaló nada discreto.
Faina bajó su mano.
—Deo, eso no se hace —comentó divertida.
Acercó su rostro a Faina para hablar confidencialmente:
—Lo siento —murmuró.
—Mira allá atrás —apenas se notó la inclinación de su cabeza señalando—, la niña lame el vidrio.
Deo olvidó ser discreto y se carcajeó. Algunos pasajeros lo observaron desconcertados y registraron el vehículo para encontrar lo que tanto le causaba gracia.
—Tendrá buenas defensas —es que Deo era muy torpe, de verdad, pensó Faina. ¿De que le servía decir aquello bajito si se burlo en la cara de la niña? La que ya los veía de reojo y con su lengua de fuera ligeramente despegada del vidrio. Su acompañante estaba muy concentrada en su celular.
—Vamos, hay que bajar —se levantó y atravesó el pasillo hasta estar hombro con hombro del chofer.
Faina lo siguió y se aferró con fuerza a los asientos para no caerse. Ya habría momento para burlarse de él.
—En esa esquina, por favor —pidió amablemente.
Ni siquiera era una parada de autobús, pero el buen conductor cedió.
Caminaron pocos minutos, dejando atrás la ciudad y no pararon cuando frente a ellos se visualizó el mar. Deo guio a Faina por otra parte de la playa, una más apartada del resto, una parte un tanto oculta por rocas.
—Me agrada aquí, hay menos movimiento.
—Sabía que escogí bien —dijo egocéntrico.
Descolgó la mochila de su espalda y comenzó a hurgar. Faina lo ayudó a extender una manta en la arena.
—¿Hay manera de llegar ahí arriba? —preguntó Faina señalando una parte alta, era un acantilado.
—Tal vez sí —dejó caer sus hombros—, ¿sabes darte clavados?
—Nunca en la vida he entrado a una piscina y apenas he estado en la orilla del mar —confesó ella asustada.
—Al menos no eres una vergüenza como yo, yo he entrado mil veces a los dos y nomas no consigo aprender a nadar.
—Uh, eso es penoso —hablo seria y luego rompió en carcajadas.
Deo fácilmente se consideraba un fracaso en el agua, para Faina simplemente era algo que no estaba en su sangre y estaba bien.
Estuvieron allí hasta que el atardecer desapareció.
Por la noche, al llegar Faina a su hogar hurgó dentro de su bolso buscando las llaves y se encontró con un papelito doblado, su memoria fue forzaba a recordar que era.
Entró a casa, para su sorpresa Rayco la esperaba despierto en la habitación, lo saludó y regresó a la cocina, se sentó en el sillón y extrajo la nota, inquieta por lo que era.
El papel era de color café, idéntico a la que estaba entre las hojas del libro de Deo, fue su primer pensamiento.
Es difícil despedirme de
tu compañía.
Me habría gustado velar la noche
en el mar, junto a ti.
Podríamos haber hablado con la luna,
contarle nuestros secretos al mar
o enterrar las tristezas en la arena.
Sé que sucederá algún día, vayamos
con calma.
Aún tenemos tiempo.
La yema de su dedo pasó por encima del texto, sobre la letra de Deo.
«Junto a ti» esas palabras le son familiares, le provoca una extraña sensación en el pecho.
Busca el libro de Deo y en una página cualquiera guarda la nueva nota.
Duerme tranquila con una sonrisa acompañándola toda la noche.
Vayan tomando nota de las descripciones del inicio por que pronto, muy pronto, tomaran sentido, con eso, me despido.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...