♡ 4.33

12 8 0
                                    

La mirada de Faina no se apartó de Deo cuando este subió las escaleras con el fin de cambiarse de ropa, la hora de irse al partido ya se acortaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La mirada de Faina no se apartó de Deo cuando este subió las escaleras con el fin de cambiarse de ropa, la hora de irse al partido ya se acortaba. Un hormigueo se extendió por su cuerpo, al quedarse a solas con los dos adultos.

Aún la seguían intimidando.

Para su apoyo moral, en sus piernas se encontraba Diya, una de las perritas que se encariño con ella. Era una salvación su compañía.

—Las flores son muy lindas —comentó Faina observando el jarrón de la esquina de la sala, la luz que se colaba por la ventana daba directo a las flores blancas.

La madre sonrió agradecida por el comentario. El padre las miró con desdén, como si no las hubiera visto nunca.

—La empleada tiene un buen gusto para elegir detalles que resaltaran la habitación.

Faina evitó expresar desconcierto ante el comentario de Nayla.

—Las lobularia marítima son muy preciosas...

—¿Cuáles son esas? —interrumpió Nayla.

—Las flores del jarrón —aclaró sin relucir un tono desconcertante, de nuevo—, tienen propiedades medicinales muy eficaz y dice mi abuela que saben a miel —habló contenta por aprender tanto de su abuela.

El ceño de ambos adultos se frunció y la observaron anonadados.

—¿Tu abuela comió de esas flores? —preguntó el hombre en un tono incrédulo.

Faina asintió en respuesta y pensó que Deo estaba tardando mucho en volver.

—Son comestibles.

La madre de Deo hizo un gesto repugnante, sin darle importancia a que Faina la estuviera mirando.

—¿A miel? Eso es sorprendente —dijo el hombre.

Faina volvió a respirar con esa respuesta.

—Voy a buscar los jerseys de los chicos antes de irnos —se puso de pie—. Faina, ¿quieres uno?

—Gracias, ya tengo el mío... ¿Puedo pasar al baño? Para ponérmela.

—Adelante, está al fondo —señaló un pasillo el padre.

Volvió a agradecer, fue a la entrada por su mochila y luego se encaminó al sanitario, cerró con pestillo al entrar. Su propio reflejo la asustó, un gran espejo se encontraba detrás de la puerta. Estaba impecable, todo lo estaba. Se miró una última vez en el espejo, estaba satisfecha con el resultado del maquillaje en los labios, mejillas y pestañas pese a la poca práctica con la que contaba; hacía muy pocas semanas lo había comprado.

El lugar de Eder al volante fue ocupado por el propio dueño del auto, detrás de los adultos le seguían el par de adolescentes.

En la entrada había un letrero muy grande con el logotipo del equipo «Felinos», el equipo de Deo. Se detuvieron a admirarlo.

—Nosotros lo mandamos hacer, ¿te gusta, Deo? —preguntó su madre.

Asintió emocionado y les agradeció el detalle.

—He traído estas paletas de fresa para tí —una vez adentro, le entregó una bolsa de cuarenta piezas, Faina las recibió sin comprender qué sucedía o para qué necesitaba tantas—. Durante el partido van a traer unas bebidas y postres, te pedí una malteada de fresa y un pastel de vainilla, para no saturarte con tanto dulce a fresa, ¿o quieres que lo cambie?

—No, no, está bien—aclaro para volver a la incógnita anterior—, ¿por qué tantas paletas?

—¿Por qué no?

Los ojos se Faina se abrieron exageradamente y se convenció de que Deo era una persona muy loca, pero una persona loca a la que quería mucho.

Una presencia llamó la atención de ambos.

—Faina, ella es Hanna, mi amiga —una redonda cara sonriente con hoyuelos incluidos apareció delante de la aludida—. Hanna, te presento a Faina.

La chica de cabello crespo saludo a la amiga de Deo con entusiasmo pero a esperar a que Deo le pusiera una etiqueta importante a su presentación.

—Me encanta la banda de tu cabello —elogió Hanna—, combina muy bien con la camiseta.

—¿Verdad que sí? —dijo Deo pero ninguna le prestó atención.

—Tengo una en mi mochila —dijo dando media vuelta para buscarla en el asiento, abrió su bolso y sacó una idéntica. Se la extendió a la adolescente.

—¿Me acompañas al baño para ponérmela?

Faina no dudo en asentir. Deo se movió, liberando el camino. La chica de cabello crespo lo miró con una sonrisa al pasar por su lado y él no dejó de verla hasta que la pared no se lo permitió más.

—Recuérdame regresarla antes de irnos, por favor —le dijo Hanna.

—Es un regalo, también te queda muy bien —respondió Faina.

Durante el partido, Zaid y Hanna dejaron el asiento de en medio para Faina, por lo que pudo convivir con ambos sin sentirse un mal tercio.

El par de amigos de Deo les agrado y de maravilla, aprecio mucho las porras que exclamaban para el equipo.

Pudo apreciar en ellos una lealtad y una amistad demasiado hermosa.

Faina estaba encantada de observarlos desenvolverse con mucha confianza y se sintió egoísta por sentirse triste en un momento que no era de ella.

Ella nunca tuvo una amistad a la cual recurrir y ni una a la cual darle su apoyo, siempre fue ella y sus pensamientos como compañía.

Tragó su dolor y estuvo atenta a Deo y a su familia, para él era muy importante que sus padres no se decepcionaran.

Deo, que en un momento importante requería estar concentrado en el partido, no pudo evitar distraerse de la chica que se paseaba entre los asientos del público buscando niños a los cuales ofrecerle una paleta de fresa. 

Abróchense los cinturones que a partir de aquí, ya nada estará bien

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abróchense los cinturones que a partir de aquí, ya nada estará bien...

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora