—Guarda silencio o va a escucharnos.
Faina abrió los ojos de golpe al percibir el murmullo de una voz familiar, miró a su lado y de inmediato notó la ausencia de su hermano. Se apresuró a levantarse de la cama y salió de la habitación tan pronto como le fue posible. Ni siquiera se dio tiempo para pensar en las sandalias, tampoco notó que el cemento del suelo estaba helado.
—¡Te dije! —chilló Rayco escuchando que la puerta del cuarto se abrió de tirón.
—Feliz cumpleaños, Faina —saludó Deo con una sonrisa que expresaba «es tarde, hemos sido atrapados».
—¡Feliz cumpleaños, Faina! —imitó el menor.
Los dos bailaron sus dedos. Deo cargaba un pastel y Rayco una bolsa de regalo.
—¡Rayco, el susto que me diste! —fue su respuesta, en su voz se transmitía el enojo que sentía.
A ambos chicos se les borró la sonrisa de sopetón.
—¿Por qué? —preguntó inocente.
—¡Por qué no estabas en la cama y de repente escucho intrusos en la casa!
Deo, todo lo contrario a enfadarse por como lo llamó, se sintió culpable.
—Es mi culpa, planeamos esto hace días y yo le avise que llegaría para que abriera la puerta sin que te dieras cuenta. No pensé en lo mal que estaba y lo mucho que te podría afectar.
Faina empezó a llorar y su hermano corrió a abrazarla, Deo esperó su turno con paciencia.
Desde que fueron a investigar a su familia, Faina estaba en constante alerta. Tenía pesadillas respecto al tema, soñaba que la apartaban de su hermano. Deo lo sabía y trataba de calmarla, pero nada haría bajar su angustia por completo si se trataba de su hermano.
—¿Podemos desayunar y luego mientras nosotros comemos pastel, tú abres tu regalo? Después saldremos a comer, o lo que tú quieras.
Faina ejerció una ligera presión en sus brazos estando abrazada a Deo. Él expresó un gesto de dolor, en total silencio, mientras le pedía ayuda al menor de la casa.
—No sé si quiero salir, por ahora dejémoslo en el desayuno. Voy a peinarme y ya vuelvo para hacerlo.
Definitivamente sus planes eran todo lo opuesto a lo que la cumpleañera quería.
—Tú te vas a relajar está mañana, ve la televisión o si prefieres maquillarte o darte una ducha o también puedes dormir —agregó pensando—. Rayco me ayudará a prepararte el desayuno, ¿verdad, Rayco?
El aludido, que recientemente se sentaba en el sofá después de prender la televisión, abrió los ojos sorprendido, no se esperaba aquello.
—¡Sí! —dio un brinco y se puso de pie de inmediato—. Faina, en la tele están pasando Barbie, mírala, a ti te gusta mucho —la animó acercándose al lavamanos—. Nosotros vamos a ser tus sirvientes hoy.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...