♡ 4.41

9 3 0
                                    

—Necesito una ambulancia —la desesperación que abundaba en ella no la dejaba pensar ni mucho menos actuar con claridad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Necesito una ambulancia —la desesperación que abundaba en ella no la dejaba pensar ni mucho menos actuar con claridad.

Siendo la primera vez que llamaba al número de emergencias, quiso golpear con una silla a la persona que le atendió, todo por la manera tan tranquila de hablar y de atender la urgente situación, mientras en sus brazos, su abuela se desvanecía.

Era una urgencia de más la que demandaba; más tiempo, más rapidez, más entendimiento por lo que le estaba sucediendo. Quería desesperadamente que el mundo se moviera para salvarla o no habría una segunda oportunidad.

—Abuela, vienen en camino.

—Siento mucho calor, corazón —habló ahogada, sus manos se aferraban a la orilla de su blusa, tuvo la intención de romperla, pero el esfuerzo era débil.

—¡Unas tijeras, Ray! —pidió al menor, quien se encontraba paralizado a una lejana distancia. Cuando su hermana volvió a exhibirlo, reaccionó y salió despavorido a buscar.

Faina, sintiendo eterno su regreso, rasgó la blusa con sus propias manos.

Esa última ocasión en el hospital, la visita fue rápida.

Recibió la información de lo ocurrido tan inmediatamente que se rio en la cara del profesionista y le aseguro que estaba equivocado, le dijo que a su abuela recientemente la habían ingresado y ella estaba siendo tratada en urgencias y la estaban salvando, aún tenía tiempo porque era una mujer muy fuerte.

El médico revisó los datos, confirmando que no era una equivocación como la chica quería creer; Dolores falleció a causa de un paro cardíaco.

Siendo Faina solo una adolescente y estando sola en la habitación a la que la llamaron, se rompió.

No le preocupó los trámites a realizar, ninguna deuda, ni que el sol no saliera mañana ni nunca; se sintió abandonada por su madre, por su padre, esos roles que cumplía su abuela. La abuela que nunca antes la dejó sola. A su mente arribó la imagen de su abuela siendo bajada a un oscuro y profundo hoyo, en el que estaría sola por siempre. En donde todos iban a dejarla en el olvido.

Después revivió el recuerdo de ella siendo una pequeña niña, esa menor tenía como conocimiento que los adultos dejan la tierra primero, así como su abuelo y cuando ella fuera mayor, también partiría. Su cabecita no abandonaba la idea de que faltaba poco tiempo para que su abuela la dejará sola, se preguntaba qué sería de ella cuando le hiciera falta la mujer que le daba orden a su vida y no podía imaginar ninguna respuesta. Para resolver sus dudas, se lo preguntó a la propia Dolores:

Faina, esas cosas no se andan preguntando por ahí —fue su respuesta y viró al otro lado, evitando que su curiosa nietecita se percatará de sus ojos llorosos—. Yo nunca te voy a dejar sola —el temblor de su voz no fue ignorado por Faina. La niña aparentó que lo tomó con humor cuando su abuela volvió a darle la cara, ella también intentó sonreír, como si nadie hubiera tocado ningún tema poco agraciado.

Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora