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Me empeñe en descarrilar el acuerdo principal, no pensé en posibles inconvenientes si hacía las cosas diferentes sin antes consultarlo con Alena

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Me empeñe en descarrilar el acuerdo principal, no pensé en posibles inconvenientes si hacía las cosas diferentes sin antes consultarlo con Alena. En mi mundo fantasioso ella lo aceptaba contenta.

Base su personalidad en una idealización mía.

Una a conveniencia y ahora pago mi error.

—No sabía que estaría Millie —en su rostro hay una luminosa sonrisa fingida, hablaba por lo bajo y con los dientes pegados, sin mover lo más que podía, los labios.

Mi hermana levantó la mirada de su cuaderno de dibujo.

—¡Alena!

La aludida subió el escote de su vestido apresurada.

—No traigo nada abajo —dijo en mi oído y beso mi mejilla.

No pude hacer más que burlarme en silencio.

—Hola, Mils, ¿cómo estás? —le dio un abrazo pero pronto se alejó asustada—. ¿Qué tienes en tus manos?

—Oh... esto —las enseñó—, estoy dibujando a lápiz, tengo que difuminar con el dedo —explicó emocionada.

—Es una excelente dibujante, pintora y una gran artista. Hace arte con lo que sea que le pongas enfrente —halague orgulloso como buen hermano mayor.

Millie alzó el mentón recibiendo entusiasmada mis palabras.

—¿En serio? ¡Es maravilloso! —dijo Alena, tras notar que esperábamos que dijera algo—. Voy a tu habitación un momento, ya vuelvo —me dio unas palmaditas en las mejillas.

—No tardes, la comida se va a enfriar.

Alena frunció el ceño.

—Yo voy a guardar mis cosas y lavar mis manos —avisó Millie dirigiéndose a la sala.

Alena la siguió con la vista y cuando estuvo lo suficientemente lejos se giró en mi dirección con una expresión muy confusa.

—Cuando dijiste que querías que viniera para comer, ¿te referías a... una comida?

Fue mi turno de no entender...

—Sí... quería que conocieras mejor a mi hermana. Ah, ya entendí. Por eso traes ese vestido corto?

Mordió uno de sus cachetes internos, molesta. Deshice el gesto con mis dedos estirando su mejilla.

—¿Mis cosas siguen en tu habitación?

—Por supuesto —señalé el camino para que fuera.

—¿Lo has revuelto con las de alguna otra?

—No he traído a otras —dije repentinamente irritado—. Ve, antes de que se enfríe la comida.

Apenas probó la comida cuando fingió que los mensajes que entraban a su celular era porque la ocupaban con urgencia en su trabajo. Salió de casa y no llamó ni respondió a mis textos por un tiempo. En cada momento espere por ella, fui muy paciente. 

 

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora