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—El señor Baghdadi ha hecho especial énfasis solicitando tu presencia el día de la inauguración de su nueva empresa

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—El señor Baghdadi ha hecho especial énfasis solicitando tu presencia el día de la inauguración de su nueva empresa. Creo que le agradas mucho...

—Yo le agrado a todos —dijo sin apartar la mirada de su celular.

Su blanquecina piel llamaba demasiado la atención, coloque la mano sobre su muslo y con el pulgar acaricie la piel que estuvo a su alcance.

—Estás manejando, Agni... —me recordó.

—Tranquila, no pierdo de vista el camino —aseguré—. Entonces... ¿Irás a la inauguración o quieres pensarlo?

—¿Quieres que te acompañe?

—No te lo estaría pidiendo sino lo deseara.

—¿Tenemos que volver a fingir? Ya lo hemos hecho demasiado —percibí desdén en sus palabras.

—Sí...

—Voy a pensarlo.

Siempre existieron las señales de su falta de afecto amoroso recíprocas y yo ignoré cada una de ellas. Fui un vil ignorante, no quise darme cuenta de que nada estaba cambiando, pero me aferré a creer que sí porque eso me hacía feliz, de alguna manera, y me daba esperanzas.

—¿Quieres hacer otra cosa? No tiene mucha importancia que yo asista.

—No —hace una breve pausa—, probablemente tenga algún asunto, ya te avisaré.

Estaba ya acostumbrado a su actitud vaga, desinteresada, que no le daba importancia. Lo dejaba ser, sin debatirlo ni esperar más. 

 

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Días nubladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora