Intenté saber algo por medio de Nadir, no me dijo nada relevante.
Intuí que ella le advirtió sobre esto y le negó rotundamente hablar al respecto.
Mi única alternativa, para volver a verla, fue dirigirme a aquella dirección que una vez me dió.
Me esperaba que acceder a su domicilio fuera complicado, pero no tanto.
—No puedo dejarlo pasar, deberá llamarme a la señorita y que ella misma confirme el acceso —zanjó el guardia volviendo a su silla.
No había otro lugar en el cual buscar, así que me resigne.
Pero esa noche ella misma apareció en mi hogar de sorpresa.
—No digas nada —coloco su dedo sobre mis labios—, no hables, no quiero hablar.
La puerta se cerró y no hubo ninguna conversación. Deje que fuera a su modo.
Le permití usarme como descarga emocional y no le reclame, cuando el momento llegó a su fin permanecí sentado en la orilla de la cama y la observe vestirse con rapidez para irse.
Era prisionero no solo de mis pensamientos, sino también del habla.
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Días nublados
Short StoryHay momentos en la vida que nunca entenderemos por qué nos ocurren, como: ¿por qué perdí mi suéter favorito? ¿por qué se cayó mi comida al suelo? ¿por qué el semáforo tardó tanto en cambiar? ¿por qué el chofer del autobús no me esperó si estaba apre...