No me des órdenes.

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Daiana.

Llevamos unos minutos en carretera cuando noto que estamos saliendo nuevamente de la ciudad. Nos dirigimos a su casa en la montaña y me estremezco.

La última vez que estuve ahí, casi cometo la locura de entregarme a él. Luego de esa noche, en la que golpeó a los chicos, no supe nada de él, hasta hoy, y temo que Javier ya le haya contado mucho sobre lo ocurrido con la salida del sábado.

Llegamos exactamente al mirador, pero esta vez no se detiene. Sigue de largo y yo solo ruego porque no sienta pena por mí.

Subimos la colina, y como cosa rara, comienza a llover y a caer la densa neblina. Estoy intranquila, pero no asustada. Sé lo buen piloto que es, pero esta vez, siento que debemos culminar lo que empezamos aquel miércoles, y eso me tiene, tanto aterrada, como excitada.

Aunque no dejo de pensar en mi desastre de hace unas horas, y es algo no puedo dejar pasar por encima. Mi corazón fue brutalmente lastimado, y si hago esto, no será por pasión, sino por despecho, y eso puede ser muy malo si no lo manejo bien. Por eso, voy a manejarlo como es debido.

Llegamos rápido al camino de tierra e ingresamos. Luego de que Alexaider estacionara la moto, ingresamos a la mansión, y como lo pensé, estaba oscuro, pero ya Alexaider venia preparado con una gran linterna.

Ingreso con cautela, y veo como mi jefe extiende su mano hasta mí. Me pide que vaya con él sostenida de su mano.

Avanzo y tomo su mano, la cual me genera una pequeña descarga al notar lo enormes que son en comparación con las mías.

Avanzamos y me sorprendo al verme subiendo las escaleras que dan a la planta superior de la casa. Al llegar al final de las escaleras, noto la cantidad de puertas que se extienden por dos pasillos. Uno a mi izquierda, y otro a mi derecha. Avanzamos al pasillo de la derecha aun sujeta de la mano de Alexaider.

Al caminar tan cerca de él, me siento tan pequeña y diminuta, y eso debería aterrarme, pero increíblemente no es así. Puede que sea por haber estado por varios meses con Fabián, quien es también grande…

Muerdo mi lengua para obligarme a no pensarlo más.

Avanzamos a una puerta y nos detenemos frente a ésta.

— ¿Qué se supone que hacemos acá? —Suelto aquello sintiendo un poco lo grave de mi voz.

Alexaider se mantiene en silencio. Extiende su mano a la manilla de la puerta y la abre. Quedo un poco confundida al notar la enorme habitación a oscuras, la cual es alumbrada por la luz de la linterna. Alexaider se hace a un lado para que yo ingrese.

Giro mi cuello y lo encaro. Me frustra tener que mirar el bendito casco y no poder ver sus ojos, o detallar la expresión que debe tener ahora.

— ¿Por qué no me dice que es lo que quiere? ¿O por lo menos dejarme ver su cara, sr?

Alexaider gira su cuello evitando mi mirada, enseguida baja la cabeza y lo siento exhalar con pesadez.

—Bien, pero necesito respuesta de muchas cosas —dicho esto, avanzo a la habitación.

Miro hasta donde la tenue luz de la linterna me lo permita, y se nota una habitación bastante elegante, con columnas de madero en cada esquina de la cama, dejando que telas de seda desciendan de sus parales, haciendo un efecto de cascada magnifico.

Avanzo hasta quedar frente aquella cama, detallando los sofás que adornan la habitación y de sus mesitas de noche que engalanan a cada lado de la enorme cama. Me giro un poco al escuchar cerrar la puerta, detallo de reojo a Alexaider dándome la espalda mientras lleva sus manos a la altura de su cuello, haciendo que recline su cabeza para poder desajustar el seguro.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora