Han pasado dos días después de la discusión con Roger, y las cosas no han mejorado.
Las visitas siguen prohibidas y la vigilancia fuera de mi habitación es fuerte. Le han reducido el tiempo de visita de mi madre, y la Dra. Puentes no puede darme muchos detalles del exterior.
En pocas palabras, estoy cumpliendo arresto en la clínica.
Roger no ha aparecido y agradezco mucho eso. Luego de lo que ocurrió hace unos días, no quiero verle la cara.
Es de noche y ya me siento mortificada y fastidiada de estar acá encerrada sin poder levantarme de esta cama ni poder hablar con alguien. Parezco un paciente con alguna enfermedad contagiosa, a la cual mantienen aislada por seguridad sanitaria. Ni un tv tengo para, por lo menos, ver algo.
Bufo con fastidio girándome al otro costado. Hago intervalos de tiempo en cada lado para no sentir dolor ni incomodidad.
La cosa más dolorosa de estar internada, es las vías incrustadas en mi piel. Es obligatorio que me dejen una vía conectada. Si se filtra o se daña, la cambian y mi agonía es horrible. Solo soporto por el hecho de que es para mi bebé. Si fuera por mí, ya hubiera armado un berrinche para que me den el tratamiento vía oral.
Conecto mi mirada en las persianas queriendo ir a mirar un rato por ellas, pero no puedo levantarme, y me siento nostálgica. Suspiro cerrando los parpados para poder conciliar el sueño, pero duermo casi todo el día y me cuesta por las noches.
Me estoy unos minutos meditando y pensando en las formas del rostro de mi bebé. ¿Será niña o niño? ¿Se parecerá a mí o a Fabián? Espero sea igual de rubio que él. También amo sus ojos azules intensos. Me gustaría que tuviera sus ojitos azules, aunque los míos son hermosos...
Un golpe en seco a la ventana de cristal me alerta, haciéndome abrir los parpados y enfocar mis orbes en su dirección.
Me quedo helada al visualizar una sombra en el ventanal de la habitación que da a la parte de afuera de la clínica.
Es estúpido, pero no tengo ni idea a que altura estamos ni en que piso me encuentro.
De un golpe en seco, la ventana expulsa el seguro y se abre, haciendo que las persianas se muevan por el viento colandose entre ellas, dejando ver sombras que no se identifican.
Me enderezo preparándome para levantarme y salir corriendo mientras grito...
Una enorme pierna se adentra con mucho cuidado en la habitación y me quedo pasmada y sin aliento al divisar esa chaqueta de cuero y el cabello rubio del nórdico, el cual entra por completo a la habitación detallándome.
¡Mierda!
¡Fabián!
Suelta un bufido en lo que avanza con cautela, pero se frena en seco al detallarme y yo me cubro por completo el vientre.
—No quiero que te alteres, por favor —musita levantando las manos en señal de rendición—. Sé muy bien que tu estado sigue siendo crítico, pero no podía soportar un segundo más sin saber de ti. Necesitaba verte y saber que estabas bien.
Sigue en su posición y yo sigo casi en shock.
Solo pido que estemos en el primer piso, o planta baja de las instalaciones.
Baja de a poco sus manos detallándome con precisión. Su expresión me tiene acongojada. Es otro que no tiene buena cara y que parece haberse desvelado por noches seguidas, sin contar que también tiene moretones en su tez.
—Si te sientes mal, me puedo ir, pero antes, solo dime lo que ocurre y por qué te tienen en confinamiento con estado reservado. Me estoy volviendo loco.
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Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]
RomanceDaiana Cárdenas es ahora una psicóloga certificada. Se ha graduado con honores de la universidad y ha encontrado trabajo en una prestigiosa clínica experimental. Su vida, a un año de la separación rotunda y forzada con Fabián Aristiguieta, se ha vue...