Resultó ser igual o peor que tú.

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Daiana.

Soñaba todas las noches con esto. Soñaba que él llegaba en la Navigator negra y se estacionaba frente a la casa mientras bajaba y me suplicaba que quería verme y volver conmigo. Que había votado a su portadora y ya estaba curado para poder estar conmigo como siempre idealicé. Los sueños siempre eran agradables y hermosos, pero la realidad es que ahora me estoy muriendo de los nervios al tenerlo de frente mientras su perfume me invade y su figura se mantiene estática ante mí.

Mi corazón clama por su toque. Por sus besos. Por sus latidos acompasados con los mios. Por unirnos en un abrazo que nos mantenga juntos de por vida sin emitir ni una sola palabra. Mi corazón pide a gritos su redención para poder ir a sus pies y jurarle su lealtad eterna mientras se entrega como un esclavo a su dominio. Mi corazón exige que me rinda ante él sin preguntas ni dudas. Pero mi cerebro se niega.

Lo único que me mantiene lucida para no correr como una loca desbocada a sus brazos, es mi raciocinio, quien demanda tomar el control antes de cometer una atrocidad que no podamos remediar luego.

Trago con amargura, acallando el clamor de mi corazón gritándome la traición que cometo en su contra por mi bienestar.

Esto es un motín. Y llora por perder ante mi sensatez.

— ¿Qué haces aquí? —Levanto mi mentón mientras mantengo una mirada dura cruzándome de brazos.

Entreabre sus labios y lo veo tragar con dificultad.

Sus labios finos y rosados.

Su cuidada barba, recortada más de lo normal.

Su cicatriz que lo vuelven un vikingo en toda la palabra, y su mirada intensa que intenta trasmitir algo, pero no lo descifro.

—Vine para hablar contigo —musita llevando su mirada a mis labios y vibro.

¡No seas débil!

¡No caigas!

— ¡Oh! ¡Vaya! Esto si es increíble —Me lleno con toda la ironía que pueda—. ¿Luego, de poco más de un año, vienes por fin a hablar conmigo? ¡Wow! —Rio mientras niego—. Luego de haberme prohibido la entrada a tu empresa. Luego de buscar una nueva portadora. Luego de ponerte a vivir con ella. Luego de mantener contacto con toda mi familia, menos con la persona obvia, ¿vienes para, por fin hablar conmigo? ¡Estupendo! —Suelto riendo con más estruendo—. ¿Gustarías pasar a mi casa, la cual es tuya también, y tomar una taza de café  mientras charlamos tranquilamente? —Mi sarcasmo no se pudo guardar, y traigo más atravesados al notar su ceño fruncirse—. ¡Mejor aún! Charlemos acá afuera, de la manera tan linda en la que te fuiste dejándome como toda una idiota sin despedirte, para luego volver como si nada pasó y buscarme para hablar, ¿te parece?

—Deja de hacer eso —musita entre dientes con su quijada tensándose.

— ¿Hacer qué? —Me hago la desentendida.

—El puto sarcasmo de mierda que me irrita —gruñe muy despacio.

Fabián Aristiguieta en su máximo esplendor.

Niego sin dejar de sonreír por la situación.

—Lárgate —ordeno encaminándome a mi casa.

Fabián se interpone en un paso rápido y retrocedo en fastidio.

—Vas a escucharme quieras o no —determina y yo vuelvo mi mirada a él.

Le sostengo la mirada a Javier Sepúlveda y lo he enfrentado sin problema alguno.

¿Por qué carrizo aún se me hace difícil sostenerle la mirada a este vikingo retrogrado?

—Resulta que no se me da la gana de hacerlo. No eres nadie para imponerme nada. En caso tal, el que debería escucharme serias tú, pero ya una vez intenté acercarme a ti y terminé enterándome de que estaba prohibida mi entrada a la empresa y de tu nueva portadora.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora