Es lunes por la mañana, y estoy en el espejo de mi cuarto observando el increíble hematoma que se formó en mi costado izquierdo, a la altura de las costillas. Es purpura en su zona central, mientras que en los bordes hay tonos verdosos y violáceos. Duele un poco, y más cuando me estiro o algo me rosa, pero no me arrepiento del increíble fin de semana que pasé con los chicos.
Salgo de prisa, envolviéndome en una chamarra gruesa, ya que estamos entrando a invierno por la época decembrina que tenemos encima.
Me despido de Curro, quien está terminando su desayuno. No lo llevo a clases ya que mamá le colocó trasporte y eso nos deja mucho más tranquila. Le doy un beso a mi madre y estoy por salir cuando el claxon de un carro me sorprende. Salgo de la casa y visualizo la Navigator blanca de Sergio estacionada. Andrea se asoma por la ventana del copiloto haciéndome señas.
— ¡Sube, nena!
Avanzo extrañada y llego frente a ella. Sergio ladea su cabeza y sonríe dulcemente.
— ¿Qué hacen aquí? —Inquiero con curiosidad.
—Venimos a buscarte para que vayas segura al trabajo —confiesa Andrea y quedo aún más extrañada.
— ¿Por qué?
La cara de Andrea se transforma y siento ofensa en su expresión.
— ¿Y por qué no? —Me refuta y sé que si sigo en este plan, se molestará.
—Bien, no discutiré —suelto, yendo hasta la manija de la puerta trasera.
—Esa es mi nena —se emociona Andrea.
Por el camino, los escucho hablar sobre los nuevos antojos de Andrea y los malestares que le dan a Sergio, el cual lo mantiene con sueño casi siempre. Es cómico y tierno verlos en ese plan de padres primerizos, emocionados por la llegada de su bebé, y me alegra verlos tan unidos.
Sergio deja a Andrea en la parte de enfrente del edificio y yo lo observo con desdén con el vidrio arriba para evitar el reflejo del sol en sus vitrales.
Sergio avanza y me deja en la entrada de la clínica. Se lo agradezco en verdad y me giro a las instalaciones.
. . .
Recibí un correo de la Dra. Valenzuela, la cual me pide investigar un tema que está lejos del trabajo que me asignó el sr, Vicente, y hacer un resumen, más mi opinión. No refuto y me pongo en marcha.
Se hace mitad de mañana y mis manos y pies pican. Quiero ir a la oficina de Adrián y hablarle. No lo he visto ni he hablado con él, y siento la necesidad de hacerlo, pero me freno, ya que si él no me ha buscado, es porque no quiere verme.
Me mantengo fija en mi oficina, cuando el repicar de la puerta me hace respingar. Me quedo en silencio ya que, la Sra. Estefany no me ha llamado para comunicarme de la llegada de alguien.
— ¡Daiana, estas ahí! —La voz de Adrián me sorprende.
Me coloco en pie y tomo bastante aire.
— ¡Si, adelante!
La puerta se abre dejando ver al rubio con un semblante bastante abatido. Me hace un puchero y avanza cerrando la puerta tras él.
— ¿Podemos hablar? —Murmura y yo asiento.
El joven avanza dejándome ver mejor sus facciones. Unas enormes areolas oscuras se le acentúan en los parpados y pómulos, es como si no hubiera dormido en días. Se queda frente a mi escritorio de pie observándome. Sus ojos se cristalizan.
— ¡Odio mi vida! —Acto seguido, se desmorona en mis narices.
Corro en su dirección inclinándome para tomarlo en mis brazos y acurrucarlo mientras llora como un bebé. Sobo su cabeza y termino de caer al suelo con el chico en brazos.
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Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]
RomanceDaiana Cárdenas es ahora una psicóloga certificada. Se ha graduado con honores de la universidad y ha encontrado trabajo en una prestigiosa clínica experimental. Su vida, a un año de la separación rotunda y forzada con Fabián Aristiguieta, se ha vue...