Vinieron por ambos.

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Daiana.

He despertado alrededor de hace una hora, antes de que saliera el sol, pero no quiero ni abrir los ojos. La molestia y el ardor me fastidian, pero el motivo principal por el cual no los abro es que si lo hago, será la última vez que vea un amanecer con los ojos dolidos de tanto llorar. Será la última vez que esta sensación me haga sentir como una basura. Ya no más.

Escucho el crujir de una puerta mientras alguien sale de uno de los cuartos. Abren la puerta de la habitación en la que me encuentro y me mantengo quieta en la posición de espalada a ella. Escucho un suspiro de Victoria y vuelve a cerrar la puerta. La escucho seguir de largo a la cocina y mover ollas, con mucho cuidado, para realizar el desayuno y café.

Abro despacio los ojos y vienen a mi mente, como dardos punzantes, la imagen de Valentina en prendas diminutas y toda la escena que ocurrió luego. Me cuece muy profundo.

Esto fue todo. La última gota de dolor que dejo correr por ti, Fabián. Esta será la última vez que me permito llorar por él

Acto seguido, se escapa una amarga y cruda lagrima, la cual no termina su recorrido, ya que la limpio enseguida de mi mejilla. Me levanto con algo de molestia y resaca. Doy una fuerte exhalación expulsando todo dentro de mí, y me levanto.

Increíblemente no me siento desfallecer. Estoy con algo de malestar, pero puedo caminar e ir a cualquier lado sin que me duela la cabeza. Lo que sí me está doliendo un poco es mi muñeca izquierda por el tatuaje, pero no me molesta en lo más mínimo, solo me llena un poquito el corazón.

Llegamos a casa de Victoria luego de algunos minutos de esperar a que Javier y Adrián se reacomodaran. Fue un suplicio subir al deportivo luego de eso. Ambos hombres vieron mi estado y no preguntaron nada. Al momento de llegar, Javier se enfureció con Adrián por no querer irse con él, pero el rubio se negó viendo en el estado tan deplorable en el que andaba.

Lo horrible de esto es que Javier podría contárselo a Alexaider, y eso sería demasiado vergonzoso. De igual, Adrián se quedó con nosotras, dejando a Javier ardiendo en cólera.

Al llegar a la casa, Victoria le contó en resumen a Adrián lo que había pasado. No estuve presente ya que me encerré en el baño por largo rato a llorar mientras me miraba en el espejo. Ahora que lo pienso, eso me sirvió mucho. Pude ver lo desgarbada e insignificante que me veía, y ahora me causa asco eso.

Salgo de la habitación y camino donde esta Victoria, quien al verme llegar a la cocina, me extiende un vaso de agua.

—Toma, nena. Debes tener sed.

Niego y me voy de una al refrigerador. Lo abro y saco una botella de cerveza fría.

—Esto es lo que me calmará esta pequeña resaca —enseguida, me empino la botella casi por completo y siento una punzada atroz en la cabeza, pero se pasa paulatinamente llevándose consigo toda la resaca. Aparto la botella y encaro a Victoria sin ninguna emoción en mi rostro_. Ahora si quiero tomar, pero café.

La rubia asiente yendo a la cafetera.

— ¿Cuántas de azúcar...?

—No le coloques azúcar. Dámelo así.

Victoria se gira mirándome extrañada. Extiende la taza y me doy un pequeño trago, dejando que mis papilas gustativas se adapten. Prácticamente me obligo a no depender del azúcar, por ello le encuentro mejor el gusto al café así. Me doy otro trago y lo saboreo mejor.

— ¿Quieres comer algo? Puedo prepararte cereal o...

—Estoy bien con el café —musito mirando la tasa, absorta en lo extraño que su sabor ahora es peculiar, pero increíble.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora