Planes de boda a la vista.

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Adrián.

Salgo disparado de la facultad a la clínica. Me encuentro realizando la especialización de psiquiatría y aun conservo mí puesto en la Clínica Santa Fe, en donde continúo ejerciendo para avanzar al rango de Javier, aunque no sé si pueda superar a tan erudito hombre.

Camino en dirección al Camaro blanco que mi osito rabiosito –sí, un apodo acorde a él, pero que detesta que se lo diga en público– me regaló para mi cumpleaños hace unos meses.

Enciendo el potente motor y me pongo en marcha dirigiéndome a la clínica. Mi teléfono cimbra y el aparato se conecta en segundos al sistema del deportivo, el cual me permite coger la llamada en la privacidad de él. Diviso la pantalla y veo que es mi osito.

—Voy de camino a la clínica —hablo de inmediato—. Acabo de salir de la facultad.

— ¿Cómo te fue? —Indaga con su tono habitual de seriedad que me derrite.

— ¡Muy bien! Presenté la tesis y me aplaudieron. Solo faltan unas semanas y tendré en mis manos la especialización avalada.

—Me alegro. Apresúrate para que nadie se queje.

—Vale, mi osito. Te amo.

Ammm… igual.

Cuelga y me fastidio.

Es insoportable a veces.

Luego de lo ocurrido con mi eterna Daiana, Fabián le cedió los derechos de asociación a Javier, y al año, Roa se retiró por jubilación, quedando mi hermoso rabiosito como el encargado de la clínica.

Desde entonces, pasó a ser mi superior y siempre cuida de que nadie especule sobre su ¨favoritismo¨ conmigo.

Llego a la clínica y me estaciono con velocidad viendo a los nuevos egresados de la universidad que Javier y el gabinete aprobaron. Detallo al grupo de jóvenes notando dos chicas y a un solo hombre.

Javier es muy difícil de convencer, por ello, cada año elige menos egresados.

Ingreso a mi oficina y me detengo frente a la de mi mejor amiga. Hago una reverencia como todos los días cada que paso frente a su puerta y la detallo viendo el cinto negro por una esquina y su foto enmarcada en la puerta con su nombre escrito en dorado.

Una de las especificaciones de Fabián al momento de darle la asociación a Javier, fue que se dejara su oficina intacta y se le rindiera homenaje, y que nadie la ocupara nunca más, a lo que le imploré a Javier que aceptara, por ello, tenemos su oficina intacta y solo yo puedo ingresar para limpiar el polvo y quedarme en ella por horas solo recordando nuestras charlas de cada día.

Suspiro dándole un beso a mis dedos, para posarlo en la imagen de la puerta de mi mejor amiga y le sonrío con melancolía.

Me giro y entro a mi oficina notando su imagen, afligiéndome al instante. Ahora mismo la extraño más que nunca.

Hace meses, para mi cumpleaños, Javier me propuso matrimonio, y yo acepté con la emoción rebasándome, pero todo se opaca con la falta que me hace su presencia. Me he puesto en contacto con Andrea, y llevamos una amistad increíble, tanto, que me encanta ir a visitarla por el hermoso Víctor. Es un niño encantador y me la vivo enamorado de esa bolsita de cachetes que provoca morder a cada nada.

Suspiro al colocar mis cosas y encender el ordenador.  Ahora mismo quisiera que Daiana estuviera aquí, compartiendo mi felicidad y yo arrullando a su bebito, pero solo puedo imaginarlo.

El teléfono de la oficina suena y lo cojo con velocidad.

— ¡Hola, Estefy! Dime.

—El Dr. Javier Sepúlveda lo solicita con urgencia en su oficina.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora