Algo pasa. Lo sé.

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Lunes a mediodía / Clínica Santa Fe.

Fabián.

Me estaciono y diviso de fondo la estructura de la clínica, donde ya me molesta llegar, pero debo seguir cumpliendo con mis funciones. Suspiro con pesadez apagando la Fortaleza en lo que comienzo a descender de ella.

Hoy hay una reunión extraordinaria y debo estar presente para colocar algunos puntos en la mesa. Después del escándalo mediático que generó la explosión en la clínica y luego el secuestro de Victoria, seguido por su muerte, las cosas han estado muy tensas y el ojo público está en constante escrutinio a la clínica y todos los involucrados.

Bajo bastante tenso y estresado. Ya no concibo descansar muy bien, y me mantengo en alerta constante vigilando a Daiana, y también a Valentina, por lo cual no me permito dormir debidamente.

Lo único bueno de esto es que veré a Daiana. Es tonto, pero me emociona por lo menos saber de ella y poderla tener cerca, aunque sé que seguirá molesta luego de lo ocurrido ayer con el repugnante del agente Brice.

Camino divisando el Audi R8 estacionado a unos metros de donde estoy y sonrío. Estaba renuente en seguir sin su Carcacha, pero creo que está más cómoda, aunque sé que lo extraña, por ello le dije a Sergio que acelerara la restauración para que tuviera también a Carcacha con ella.

Comienzo a sentir la incomodidad al costado derecho, a la altura de mi cinturón, y acomodo la Glock 9mm que he comenzado a portar desde que ocurrió la explosión, y Helena junto con Caleb huyeron.

Comienzo a ingresar a las instalaciones, divisando a un grupo de periodistas en la entrada principal comenzando a formar un revolú al ver gente pasar a las instalaciones y las ignoro al instante.

Llego al ascensor y las puertas abren. Ingreso y asciendo al piso de las oficinas de alto mando, donde está mi oficina.

Cojo mi móvil y ojeo las citas que tengo para hoy en la empresa y me organizo para poder salir rápido de aquí, pero no sin antes robarle un beso a Daiana.

Se me es imposible continuar si no lo hago. Aunque me rechace, quiero besarla. Tengo la necesidad desenfrenada de verla y tocarla. Olerla y sentirla cerca de mí. Es obsesivo, pero me hace sentir increíblemente bien saber que la tendré hoy cerca y poder hacerlo.

Llego a mi piso. Se abren las puertas y antes de salir, una figura se difumina en frente de mí, haciéndome frenar en seco al detallar al agente Brice quedar igual de sorprendido que yo.

Se le tensa la mandíbula y a mí me pasa lo mismo, ya que la aversión que sentimos hacia el otro es más que palpable, hasta el punto de demostrarlo sin tapujos con nuestras expresiones.

¡¿Qué mierda se supone que hace aquí?!

—Sr Aristiguieta, qué inusual encontrarlo acá —musita el agente plantándome una mirada acusatoria.

—Agente Brice, ¿sube o baja?

Levanta su mentón en lo que su mandíbula se mueve, y yo me mantengo fijo sin inmutarme.

—Bajo. Imagino que usted se queda en este piso, ¿verdad?

—No. También necesito bajar.

Deja escapar una risa que se me antoja a que aceptó. Comienza a ingresar sin dejar de detallarme.

—Bajemos entonces —musita.

Ingresa, y en seguida, da al botón de la planta baja.

Las puertas cierran y el agente se ubica a un costado enderezándose. Ambos estamos en la misma caja metálica con un ambiente toxico que parece aniquilar cada célula viviente a nuestro alrededor.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora