Recaída.

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Entro a las residencias y estaciono a un lado del Camaro vino tinto. Hace aproximadamente diez minutos que le escribí a Javier que estaba en camino, pero no respondió, imagino que está duchándose, o llegaría muy cansado.

Subo por el ascensor llegando a nuestro piso. Entro al apartamento notando que todo está realmente oscuro. Enciendo las luces depositando las llaves en la mesa del recibidor.

— ¡Amor! ¡Ya estoy en casa! ¿Cenaste? —Indago cerrando la puerta yendo hasta la cocina.

Me fijo que no hay nada en la estufa ni en el horno. Los platos están donde los dejé por la mañana y se nota que a la cocina no ha ingresado.

— ¿Amor?

— ¡Acá!

Me voy directo al recibidor y me fijo que no lo había visto ya que estaba con las luces apagadas. Se encuentra sentado en uno de los sofás individuales.

— ¿Qué haces acá en oscuras?

Enciendo las amparas notando que cubre sus ojos con su mano derecha, la cual sostiene un trago de Wiski.

Eso solo es prueba que tuvo un día de mierda.

— ¿Quieres cenar o te acompaño? —Hablo mientras sostengo la botella en mis manos parándome a un lado. Si mi hombre quiere beber, seré su fiel compañero de trago.

Lo veo negar sin encararme.

Deposito la botella en la mesita y me arrodillo para tenerlo de frente. Le sostengo el rostro y…

¡Qué mierda….!

— ¡¿Qué te pasó?! —Reparo con delicadeza su ojo y pómulo derecho magullado. Tiene una grapa cerrando la herida.

—Nada, solo fue un día de mierda.

Bufa con pesadez y a mí se me enrojece la cara de la rabia.

—No puedes decirme que no te ocurrió nada cuando tienes tu cara así. Esto te lo hizo alguien. ¿Quién?

—Un paciente que se salió de control. Nada de qué preocuparse —deposita el vaso en la mesita y sostiene mi rostro. Me da un beso cálido en los labios—. Quiero cenarte ahora mismo.

—No. Quiero que me digas quien carajos te…

Me acalla de un solo beso, un beso tan desenfrenado y eufórico que me roba el aire de los pulmones. Me aferro a su cuello y termino a horcajadas en su regazo, mientras frota su pelvis contra la mía, y su miembro se endurece con cada fricción.

En segundos, ambos estamos desnudos y follando como conejos a mitad de la sala. Jadeo con intensidad ya que me tiene de piernas abiertas frente a él mientras lo cabalgo como a un caballo salvaje que no deja de sacudirse y bramar con cada sentón. Muerdo mis labios y mi hombre sube su gruesa mano a mi cuello, rodeándome con sus dedos hasta aprisionar y apretar con sutileza pero intensidad.

Mi miembro se frota en su vientre cálido y mi liberación me advierte de una explosión intensa que no quiero tratar de controlar, por lo cual me aferro a sus anchos hombros y acelero los movimientos, logrando escuchar fuerte y claro los gemidos descontrolados de mi futuro esposo apunto de correrse.

— ¡Carajo! —Ruge en lo que sostiene mi cadera para tomar el control y profundizar la penetración, haciendo que mis orbes se giren al abismo—. Córrete conmigo —seguido de su petición, toma mi miembro entre sus dedos y lo frota con mucha avidez, arrancándome gritos desesperados.

Ladeo mi cuello y fijo mi vista al cielo, que, aunque no lo tenga a la vista, siento que me transporta a la estrellas. Sus fuertes manos guiándome a mi rotunda culminación me hacen desearlo y amarlo con mucha más locura de la que ya lo hago. Mi semilla se esparce en su vientre y siento su miembro hincharse y liberar su caliente líquido, que me retuerzo por el éxtasis que experimento y que me reconforta.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora