No me pidas que no lo haga.

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Viernes por la mañana / Clínica experimental Santa Fe / Oficina de Adrián Reinosa.

Adrián.

Cada que se me viene él a la mente –que es casi todo el tiempo–, me odio por dejar que invada toda mi capacidad como si fuera dueño de mi cabeza.

Suspiro intentando aminorar su recuerdo, pero me es inútil cada que se me viene a la mente su forma tan deliciosa de poseerme cómo un desquiciado, y de cómo lo disfruto al imaginarlo y quererlo repetir.

Se hace la hora de encaminarme al salón de investigación y me preparo.

Salgo de la oficina notando que Daiana aún sigue en la suya. No la molesto ya que ella debe ingresar luego.

Me encamino a los salones de sesión e investigación y llego con anticipación.

Entro por el pasillo divisando la puerta del salón de vigilancia abierta. Estoy por ingresar cuando…

—Confíe en mí. Ella sabrá que hacer —escucho la voz de Javier proyectarse y me tenso.

Está hablando con alguien.

—Por lo menos deja que entre el otro novato con ella —una voz más ronca, crepitante y profunda se ejerce en la habitación haciéndome arrugar mi entrecejo—. No la expongas de esa forma. No estoy convencido.

—Deja de temer. Está segura. Si algo pasa, estamos nosotros acá —lo tranquiliza Javier y yo me tenso.

—Ya es tarde. ¿Dónde está tu amigo?

¿Su amigo?

¿De quién habla?

—No es mi amigo. Te lo he dicho —bufa molesto y entiendo todo—. Déjame llamarlo.

Me aparto con sigilo unos pasos y retomo mi marcha entrando como si estuviera llegando.

— ¡Hola! —Saludo con un tono de cansancio en mi voz.

Javier levanta su mirada a mí con el teléfono en su oído. Me detalla de arriba abajo y yo avanzo evitando mirarlo, y fijando mi vista en aquel enorme sujeto rubio que permanece cruzado de brazos de espalda a mí.

Se gira pausadamente mientras esos orbes azules intensos me escudriñan.

¡Alexaider Lhisemberg!

¡Dios!

¿Cómo es posible que esa montaña humana no haya acabado con mi pobre amiga aquella noche?

¡Es enorme! Todavía para mí que soy hombre.

Trago grueso notando como me mira Javier y respingo.

— ¿Cómo se encuentra, Sr Lhisemberg? —Intento sonar calmo.

El hombre me detalla con molestia y bufa.

—Como cada bendito día de la semana —gruñe enderezándose mientras enfoca su mirada en el salón de sesión—. Frustrado por el poco avance que han tenido en este proyecto.

Asiento con algo de vergüenza y avanzo a sus posiciones.

—Cierra la puerta —demanda el rubio y Javier nos detalla—. En un rato, Daiana pasará por ese pasillo, y no quiero que esté al tanto de la conversación que aquí se genere.

Me giro de inmediato cerrando la puerta. Nos ubicamos de pie en cada sitio. Javier se sitúa en medio de ambos luego de ver que no sabía qué hacer. Ese hombre es intimidante, por ello dudo al avanzar o decir algo.

Detallo el botón rojo por si ocurre una eventualidad, ya que no sabemos con qué nos toparemos, y agradezco que lo tenga más cerca de mí. Vislumbro los auriculares, y noto que están todos completos.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora