¿Qué está pasando acá?

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Se hizo lunes con rapidez y me encuentro preparando todo para la sesión con Eugenio Gálvez para el martes. Estoy trascribiendo el informe cuando llaman a la puerta y doy la voz de paso.

En segundos, diviso a Javier Sepúlveda ingresar a la oficina.

Me tenso al verle el moretón en la comisura izquierda de su labio, junto con una herida pequeña ya cerrada que demuestra cuán bestia fui.

—Estoy acá para informarte que quedas fuera del proyecto —levanta su mentón mientras me encara.

Mi respiración se acorta mientras me levanto de la silla.

— ¿Qué? ¿Por qué? —Estoy aturdida.

—Fue una orden directa de Lhisemberg. Si quieres información, pregúntale a él —se gira para marcharse.

— ¡Espera! —Demando saliendo del escritorio. Javier se detiene pero no me da la cara—. Estoy consciente que no nos llevamos bien y que han pasado miles de cosas por las cueles sé que nunca lo haremos, pero relacionar lo personal con lo laboral es absurdo.

Escupo con rabia.

Javier se gira muy despacio y me encara con su típica mirada fulminante.

— ¿Crees que he sido yo? —Deja escapar una carcajada algo estruendosa mientras se endereza—. No voy a perder mi tiempo con esa clase de niñerías. Si buscas a un culpable, te aclaro que estas muy fría. No me interesa nada de lo que pase contigo.

Bajo mi mirada en vergüenza mientras me recuesto en el escritorio.

No sé por qué, pero le creo. No lo veo corriendo a acusarme con los jefes solo porque le magulle la cara de un golpe.

—Lamento lo que pasó —me sincero sin encararlo—. Reaccioné bastante mal y terminé siendo una bestia. De verdad lo siento.

Lo escucho bufar. Subo mi mirada y detallo su expresión. Es serena.

—Escúchame bien, Daiana. Una vez te dije que en lo personal me daba igual lo que hicieras, pero en el ámbito laboral, te aconsejo que no permitas que te quiten el proyecto.

Bufo en gracia.

— ¿Y cómo se supone que haré eso? Ya Lhisemberg dio una orden.

—Lhisemberg no es el único que tiene el poder en este proyecto —miro con intriga a Javier mientras él me detalla—. Ni tampoco el único socio con poder para: incluir o destituir a un integrante.

—Roa —pienso en voz alta. Mi entrecejo se frunce en segundos al recordar algo—. Pero Roa no ha vuelto a aparecer en los proyectos.

—Su salud en estos días no ha sido favorable, pero eso no quita que no esté al tanto de cada detalle en la clínica, y más con éste proyecto.

— ¿Hoy vino?

—No —se gira metiendo sus manos en los bolsillos del pantalón—. Si sales ya mismo, podre cubrir tu ausencia por unas horas —me quedo en jaque. ¿Por qué me ayuda? Hemos tenido muchos problemas y nos hemos dicho de todo, hasta lo llegué a golpear. No entiendo—. Si no te sabes la dirección, imagino que la investigaras como lo hiciste conmigo, así que, mejor apúrate.

Sale y me quedo incrédula ante lo que ocurrió.

Sin perder mucho tiempo, salgo corriendo de la oficina dirigiéndome al estacionamiento. Me subo a Carcacha y me encamino con la dirección que saqué de internet del Dr. Roa.

¿Por qué Lhisemberg me quiere fuera del proyecto? ¿Por qué Javier me está ayudando? Esto se está volviendo un arroz con mango y yo temo empeorarlo.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora