¡Un loco!

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Un año atrás / Departamento de Fabián.

Fabián.

Es sábado por la mañana y me encuentro aún en la cama. No me he querido levantar ya que estoy agotado. Ayer caminé mucho.

Levanto mi cara de la almohada y reviso por millonésima vez mi teléfono.

Es estúpido, pero ya la he llamado muchas veces. Si lo hago ahora mismo. A las 6am un sábado, voy a verme demasiado desesperado, pero quiero escucharla.

Me voy al chat y coloco el audio que me envió antes de llamarla.

¨— ¡Hola, amor! ¿Cómo estás? Espero que extrañándome porque yo estoy mucho peor —ríe—. Mañana tengo clases a la 1. Sé que es sábado, pero sabes cómo es la facultad cuando estás en el último semestre con las evaluaciones y las pasantías —suspira—. En la mañana debo reunirme en la biblioteca para trabajo de investigación grupal y no puedo hablar. Te llamo para que me busques cuando salga. Besitos.¨

Me encanta escuchar su vocecita chillona cuando habla en mimos. Increíblemente es como las melodías para las fieras. Me relaja.

Vuelvo a colocar su audio mientras detallo su imagen de perfil.

Le pedí que no colocara ninguna conmigo. Ella se molestó, pero accedió. La cosa es que puedo detallarla a plenitud sin nadie obstruyéndome su encanto, aunque sea yo el que salga.

Sigo sin entender cómo carrizo llegué a este punto.

Me enloquece demasiado. Repito su nombre constantemente y me encanta hacerlo. En mi mente solo danza libremente por sus anchas y me deleito cada que aparece.

Daiana.

Sagrario.

Cárdenas.

Duque.

Hasta una melodía puedo armar con ellos. Puedo armar un anagrama con cada letra que lleva y no me canso. Cada que encuentro algo con similitud a su nombre, le tomo capture, o una foto y se vuelve la cosa más fascinante, hasta que la puedo ver y ella pasa a ser el centro de mi universo.

Ayer pasé cerca de una catedral, y estaban con una procesión por las festividades avecinándose. La cosa fue ver una pancarta en grande que decía ¨Sagrado Corazón de Jesús¨ y seguí toda la procesión como un feligrés más.

Me considero un ciervo a los pies de Daiana. Soy su fiel cordero de su único rebaño, y la seguiré hasta el fin del mundo. Ella se ha convertido en mi religión, y yo la venero como mi deidad.

Y en el ámbito sexual es una locura.

En estos momentos ya tengo una erección por solo haberla escuchado. Me caliento como el sol cuando imagino su cuerpo desnudo en medio de gemidos y me vuelvo un maldito aspersor.

Me frustra no poderla ver siempre, por ello me ha tocado optar por masturbarme constantemente. Vivo el día entero con una erección si Daiana se pasea por mi mente –lo cual es todo el día–, y para no salir con mi miembro erguido, me masturbo sin obtener mucha satisfacción, pero calmo el morbo por instantes.

Pasamos una semana entera donde ella, prácticamente vivía en el apartamento, y yo era feliz, pero siempre quería ir a ver a su mamá, a su prima, a sultana, a mengana y yo le ponía mala cara.

Me enfurece que siempre quiera administrar su tiempo con todos. No es porque no pueda pero… ¡Ahg! A quien quiero engañar. ¡Su tiempo debería ser solo mío y de nadie más! ¿Por qué debo compartirlo? ¿Por qué debe pasar tiempo con su madre si ya la crió? ¿Por qué debe pasar tiempo con su prima si ya está haciendo su vida igual? ¿A caso el tipo con el que está no la puede mantener encerrada en su habitación dándole sexo hasta el cansancio para que no salga y estorbe en otras relaciones? A Andrés debo chantajearlo para que se mantenga a raya, ¿funcionará con el resto? Debo hacer la prueba.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora