Mi otra mitad.

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El estruendo tan avasallante no me deja pensar. Las sirenas me aturden. Los flashes me ciegan. La gente me asfixia. Siento que voy a vomitar y luego caer desmayada.

Una mano se posiciona en mi hombro, mientras que otra me protege y abre paso ante la multitud que se aglomera para poder ver en detalle lo que ocurre más adelante.

Seguimos avanzando pasando por encima de todos, hasta que una cara familiar se vislumbra en la distancia cerca de las ambulancias.

— ¡Javier! —Grito consiguiendo que el azabache gire su cuello en todas direcciones—. ¡Javier Sepúlveda! ¡Aquí!

Agito mis manos y Fabián me abre paso en la dirección que apunto.

Javier me divisa y llega hasta donde estoy alzando el cordón de seguridad.

—Daiana, ¿qué haces…?

No dejo que termine cuando ya lo tengo sostenido del cuello de su camisa y lo traigo a mí.

— ¡Dime que no es ella! —Vocifero dolida.

—No podemos identificar quien es. Nos hace falta que alguien…

—Lo hago yo —demando agitada soltándolo.

Javier me encara de arriba abajo.

— ¿Lograrías encontrar algún detalle que nos ayude a identificarla?

—Si. La conozco muy bien —dictamino decidida.

—Escúchame, tus amigas no pudieron aguantar. Ambas están embarazadas y casi me arruinan la escena del crimen. No hay ningún familiar que me ayude ya que no han llegado. ¿Crees poder aguantar y controlar tu estomago? —Me habla con molestia.

—Si —vuelvo a soltar sin dudas—. Llévame hasta donde está el cuerpo.

—Espera acá —me ordena.

Le lanza una mirada a Fabián mientras se gira.

—Daiana, no necesitas hacer…

— ¡Dije que lo haré! —Interrumpo tajante al nórdico.

No es ella. Lo sé.

Pasan segundos agonizantes y veo a Javier llegar hasta mí. Me extiende una mano tomando la mía.

—Vamos —me lleva con él.

Camino por inercia. El ruido comienza a disiparse al pasar por una de las montañas de basura y comienzo a divisar un sinnúmero de personas con trajes blancos y amarillos paseándose por todas direcciones.

El olor es nauseabundo y me aturden los sentidos de una manera increíble.

Fabián va tras de mí mientras no deja de sostener mi mano y yo la aprieto con fuerza al divisar una sábana extendida en el piso dejando ver una pierna…

Tomo aire, pero el olor solo me deja aturdida.

Javier se detiene.

— ¡Denme espacio! —Levanta la voz.

Todas las personas se giran. Al divisarlo, se apartan dejándome ver el cuerpo de una mujer con parte de su torso tapado y su cara cubierta con un pañuelo.

La tierra bajo mis pies se mueve y mi mundo comienza a caerse a pedazos sin remedio.

¡No es ella!

¡Lo sé!

— ¿Lista? —Indaga Javier.

—Daiana, no tienes que hacerlo. Por favor…

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora