Un sueño hecho realidad.

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Dos años atrás / Bianca Rivera.

Me encuentro corriendo por el instituto como una loca. Es muy tarde y no me van a valer otra falta de retraso.

Se me es difícil llegar temprano a algún sitio. Salgo a tiempo, algo pasa y llego tarde. Salgo temprano, algo pasa y llego tarde, salgo tarde, y voy corriendo sabiendo que igual llegaré tarde.

¡Agh!

Corro por los pasillos hasta llegar al salón e ingresar de golpe.

—2pts menos, srta. Rivera —musita el profesor con alevosía en su tono y mirada. Lo disfruta el muy desgraciado—. La siguiente llegada tarde le restaré cuatro, y así hasta que cuelgue mi asignatura —asiento bajando la cabeza ruborizada por la rabia—. Tome asiento.

Voy con rapidez a una de las mesas apartadas del resto de estudiantes y comienzo a sacar mi libreta y bolígrafo para hacer los apuntes.

. . .

Las clases han culminado y me siento como si hubiera librado otra batalla que he ganado, pero no la guerra.

Estoy en el instituto de Asignatura Policial y Defensa de la Ciudadanía, y busco graduarme en dos años. Es emocionante y muy intenso, pero es lo que quiero hacer. Mi sueño es ser como él. Trabajar con él.

Bajo en carrera del trasporte público corriendo por las calles hasta llegar al complejo de casas residenciales que me dan la bienvenida con el enorme enrejado. Ingreso ya que Karen me dio llaves de ella porque perdí las mías, y voy de prisa por la calle principal olvidando que salí con sandalias.

¡Detesto usar sandalias! Pero Karen me obliga a usarlas porque según ella, me veo muy femenina y estilizada de piernas.

Antes de llegar, ya me he zafado las sandalias y corro por la cera. Entro en carrera primero a la casa de Karen y la veo en la cocina sirviéndome un plato de comida en lo que niega.

¡Oh, shit!

— ¿Qué te he dicho de que andes corriendo por la calle como si fueras una cabra descarrilada?

Karen es una mujer de 28 años, cabellos cobrizos y tez clara. Es alta y con una sonrisa tan amena que hace calmar a cualquier fiera. Karen es una mujer increíble que me cuidad desde que nos conocimos.

Hago una mueca fina con mis labios en lo que avanzo hasta ella visualizando el exquisito estofado de carne que amo.

— ¡Me estoy muriendo de hambre! —Exagero a lo grande llegando a ella y plantándole un beso casto en su mejilla—. Amo tu estofado de carne —ella me sonríe y yo voy directo al banco para sentarme y comer—. Necesitaba esto hoy.

—No me cambies el tema, señorita —me arrebata los cubiertos en pleno bocado que intentaba dar y me aflijo casi en llanto—. ¿Cuál es la necesidad de correr como si fueras un varón de 14 años regresando del colegio? Ya tienes 18 años y eres una chica muy hermosa para andar como un niño corriendo desbocado.

—Karen, soy un hombre en el cuerpo de una mujer.

—No me vengas con gafedades ahora. Eres una chica, y siempre serás una chica.

—Pues en eso tienes razón —tomo parte del estofado con mis manos comenzando a comer tras los ojos de espanto de mi vecina—. Siempre seré una chica. No puedo cambiar ese hecho, pero mientras pueda ser lo más masculino posible, lo haré sin que me avergüence.

— ¡No hagas eso, muchacha cochina! —Karen golpea mis manos con suavidad. Yo las aparto en lo que ella me extiende los cubiertos indignada pero con un toque de diversión—. ¿Por qué te empeñas en creerte un varón? No eres lesbiana ni te gustan los dos sexos.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora