En definitiva quería herirme.

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Daiana.

Mi cabeza comienza a sentir palpitaciones bastante fastidiosas que me hacen quejar un poco. Los sonidos de pitidos incesantes se cuelan por mi oído, volviendo más inclementes la cefalea que me azota.

Me remuevo sintiendo…

— ¡Agh! —Suelto en medio de un dolor atroz en mi vientre y zona baja de la espalda.

Mis parpados se abren comenzando a sentir un escozor en ellos. Todo está nublado y me cuesta enfocar.

Mi garganta se encuentra seca y trato de tragar sintiendo una lija pasar por ella.

Me vuelvo a quejar al sentir mi cabeza querer estallar y dar vueltas, el dolor en mi vientre, la sensación de garganta y mi cara caliente.

—Daia, mi niña, debes quedarte quieta, por favor —la voz melodiosa y tranquilizadora de mi medre me hacen quererla enfocar en la dirección que la escucho, pero hasta mover el cuello me duele—. No te esfuerces. Acá estoy.

La enfoco en segundos vislumbrando una agradable sonrisa, algo melancólica, en su rostro.

— ¿Q…qué pasó? —Mi voz sale a la de un luchador de boxeo en medio de una paliza infernal— ¿D…dónde estoy?

—Estas recluida en la clínica, estas recuperándote. Ten calma, mi niña, evita moverte mucho que no estás en condiciones aun.

Suspiro con resignación en lo que mi cuerpo cede y vuelvo a caer en mi letargo…

. . .

Abro mis ojos sintiéndome muy débil y cansada. Giro mis orbes de un lado a otro divisando un cielo raso blanco con paredes contrastando con el azul y lila. Giro de apoco mi cuello, notando una puerta con persiana al fondo, y a un lado de la puerta, un sofá grande en donde se encuentra mi madrea durmiendo. Lo sé ya que sus ronquidos se oyen desde aquí.

Intento levantarme pero un pequeño dolor en mi vientre bajo me incomoda, haciéndome quedar en la misma posición.

Me palpo el vientre tratando de apreciar algo, y efectivamente, hay un bulto que se encuentra más hinchado que antes. Siento como una especie de cinta rodea mi vientre haciendo algo de presión en él. Lo palpo concibiendo que se mueva, poniéndose más rígido y haciendo que todo mi cuerpo se tense…

Un pitido de una máquina, a la cual estoy conectada, me alerta en segundos.

Mi madre se despierta de un brinco corriendo hacia la máquina y veo que ingresa una doctora… ¡Mi ginecóloga! La Dra. Ingrid Puente, quien siempre me ha chequeado anualmente. La Dra llega en dirección a la maquina examinándola junto con mi madre, sin percatarse que estoy viéndolas.

—Es una contracción —revela la Dra. Puentes mirando las ondas que se dibujan en la pantalla de la máquina, las cuales están altas, pero disminuyen lentamente—. Ya está pasando, pero fue una fuerte.

—Había pasado toda la noche bien. Es raro que le diera una —mi madre se gira a detallarme y sus ojos se abren en total asombro al verme despierta—. Daia —susurra.

Sonrío con algo de vergüenza, sintiendo mi cara arder.

Mi madre se abalanza a mí abrazándome con fuerza en lo que lloro…

La máquina vuelve a pitar y mi vientre se endurece.

—Lcda. De Cárdenas, debe controlarse. Es otra contracción —mi madre se separa enseguida de mí recobrando la compostura.

Mis manos viajan en seguida a mi vientre palpando esa pelota endurecida que se va relajando paulatinamente.

— ¿Está bien? ¿No lo perdí? —Indago con mi vista fija a la cinta verde manzana que me rodea y que se conecta al aparato.

Tu Amarga Esencia [Saga Esencia] [Libro •2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora