15. Max

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Botellas de cerveza esparcidas por todo el piso, básicamente en cada habitación del departamento. No importa que rincón mires, ibas a encontrar una, completamente vacía. Mi cabeza dolía, así como también mi estómago, y apenas podía soportar el sonido de un zumbido en mis oídos, molesto y persistente. Estaba mareado y débil, mis ojos pesaban más de lo normal. Mi cabeza seguía girando, las paredes a mi alrededor parecían cerrarse sobre mi cuerpo cada segundo que pasaba. Estaba acostado en la cama, tratando de recuperar el equilibrio. Sin camisa, ni siquiera preocupándome por el viento frio que probablemente me traería una gripe, me arroje sobre el colchón, mirando al techo. Mis brazos se aflojaban sobre el material bajo mi piel, apenas llagando al borde de la cama matrimonial. Solo mi mano izquierda colgaba fuera del colchón, sosteniendo firmemente una cerveza entre mis dedos.

No estaba bien.

No había ido a trabajar hoy, no soportaría estar parado junto Esteban, sintiendo su mirada desafiante en mi espalda todo el tiempo mientras se burlaba de mí y agotaba mi paciencia. No podía soportar eso; no hoy. Para ser realmente honesto, no podía manejar nada hoy. No había dejado mi departamento para absolutamente nada, estuve encerrado en mi propio espacio, evitando cualquier tipo de contacto con el mundo exterior. Sin TV, sin radio, sin ventanas abiertas, e incluso sin el teléfono que estaba apagado. Todo el día se podía resumir en cervezas, autocompasión y cama, que parecía lo suficientemente cómoda para darme la bienvenida desde el momento en que me desperté.

No es que eso era sano y bueno para mí, y no tenía que ver con algo malo que me podría haber sucedido la noche anterior; solo era algo que estaba acostumbrado a hacer todos los años, el mismo día, desde que sucedió. No podía superar ese día desde que recibí esa llamada. Tal vez si hubiera hecho algo diferente, todo estaría bien ahora. Un momento de '¿Qué pasaría si...?' iban y venían todo el tiempo, generándome otro tipo de dolor, de alguna manera peor. Como si fuera posible.

Tal vez culparme a mí mismo no era la solución, y la gente ha tratado de decírmelo durante décadas, pero realmente no les hacía caso. No es que me iban a convencer de todos modos. Soy una persona terca cuando se trata de mis creencias, por lo tanto, soy, obviamente, difícil de convencer; y créanme, ser culpable de lo que sucedió era mi creencia más fuerte.

De repente, el color pálido de la pared de mi habitación parecía deprimente sin siquiera mirar, me recordaba lo mucho que él amaba ese color. Él amaba los colores neutros y simples; él amaba los sonidos y las vistas simples, y las cosas naturales como el sonido de los pájaros, o el olor de la lluvia cuando estaba a punto de llegar, el sonido que emitía contra el techo o incluso la simple caída de la nieve lo asombraba. En otoño le encantaba ver como caían las hojas de los árboles mientras sostenía mi mano y abría ampliamente sus ojos para no perderse nada; en invierno se sentaba en la alfombra de su sala mientras sujetaba una taza de té caliente entre sus manos, el fuego crujiente de la chimenea detrás de él, su mirada se concentraba en la espesa nieve que caía afuera; la primavera traía todo lo que él quería, me llevaba a sentarme con él a un banco en un parque para ver cómo se abrían los pétalos de las flores y como difundían su perfume en el aire (sus palabras, lo juro). El verano era la temporada que menos le gustaba, pero aun así le encantaban esos días en los que podíamos volver de la escuela y saltar al arroyo para descansar de todo lo que nos rodeaba.

Éramos jóvenes y estúpidos, especialmente yo, que no pude apreciar esos momentos cuando tuve la oportunidad. Y allí estaba, culpándome a mí mismo por todo lo que paso desde entonces. Podría haber hecho algo, claro que podría. Pero no importaba cuanto lo sentía, no podía volver el tiempo atrás. Y ese día del año estaba ahí para recordármelo. Dios ¡como odiaba ese día! Y sabía que los siguientes iban a ser peores, solo por tener que escuchar a mis amigos y a mi familia quejándose por mi comportamiento, estúpido, pero constante, casi como una tradición construida para cada año. Permanecí fiel, hundiéndome en mi autocompasión todos los años; ese mismo día.

Daño |  ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora