Daño | Chestappen

94. Sergio

El aire se hacia mas denso a mi alrededor mientras me inclinaba lentamente, sentándome en el suelo sin tanto cuidado e intentando respirar lo mejor que podía. La habitación daba vueltas rápidamente, o tal vez era solo mi cabeza, pero de cualquier manera, la sensación era mas que devastadora.

Hubo un silencio zumbando en mis oídos, el sonido era persistente tanto como las lagrimas saladas que seguían cayendo pesadamente por mi rostro, ganándome sollozos desesperados que me hacían jadear por aire en un intento por no morir asfixiado por mi propia desesperación. Sin embargo, fue inútil, porque las respiraciones que intentaba tomar para volver a un estado cuerdo parecían no tener ningún efecto.

Habían pasado unos veinte minutos desde que Max se fue, pero todavía se sentía como un abrir y cerrar de ojos; todavía era demasiado pronto para asimilar lo que acababa de suceder aquí. Obviamente, no esperaba que reaccionara bien a mi elección; sabia que no lo haría. Pero tampoco esperaba verlo tan destrozado como parecía. No esperaba que la conversación terminara como fue, ni en un millón de años. Y menos aun, no esperaba que tal bomba cayera así al final de la discusión. No estaba preparado para ello.

Así que se estaba mudando.

No es que tuviera esperanzas de que después de la ruptura nos siguiéramos viendo constantemente, pero todavía existía la posibilidad de que el pudiera ir a visitar a Angel, o tal vez la probabilidad de que nos encontráramos por las calles, o algo así. Contaba con eso. Contaba con el hecho de que el estaría cerca una vez que estuviera listo para enfrentarme a mi mismo nuevamente; una vez que estuviera listo para realmente renunciara a Lance.

Pero ya no iba a pasar mas. El estaba avanzando y yéndose de aquí, de mi.

Acerqué mis piernas y enterré mi cabeza en ellas, esperando que de esa manera pudiera cerrar el resto del mundo que todavía estaba sucediendo a mi alrededor. Desafortunadamente, eso fallo; el dolor en mi pecho parecía mas agudo, insoportable. Llego un punto en el que me dolía físicamente, lo suficiente como para tener que tumbarme en el piso de lado y acurrucarme hasta que fuera lo suficientemente pequeño.

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"¿Que mierda estaban haciendo ustedes dos? ¿Cogiendo en el baño? En serio estaba a punto de levantarme e ir tras de ti." Murmuró Lance tan pronto como entré, aun sin terminar de cerrar la puerta, todavía agarrando la manija y empujándola con cuidado hasta que se cerró completamente en silencio.

Todavía podía sentir los rastros restantes de mis sollozos amortiguados dentro de mis pulmones, mis dedos ligeramente temblorosos, mis piernas débiles y todo el cuerpo entumecidos. Estar de regreso en esta habitación me hizo sentir como si toda la conversación no hubiera sido real y, sin embargo, el latido de mi cabeza decía lo contrario. No estaba de humor para tratar con Lance.

"Vete a la mierda, Lance. Estoy aquí para cuidarte, no para lidiar con tu mierda." Repliqué, acercándome a el y ajustando su cama para que estuviera sentado, colocando la bandeja con la comida en la mesa móvil sobre su regazo. "Solo comételo y trata de mantener la boca cerrada."

Dándole la espalda, me acerque al sillón, recogí mis cosas y metí todo lo que pude en la maleta, asegurándome de no haber olvidado nada. Necesitaba salir de aquí, tomar un poco de aire fresco, respirar algo mas además de las enfermedades de aquí. Eso ya me estaba afectando.

"¿Ustedes terminaron?" Escuché la voz de Lance a través de un bocado de pasta, volteándome lentamente solo para encontrarlo con una expresión divertida en su rostro.

"¿Que te hace pensar eso?" Le pregunté, sin atreverme a moverme, ni hacer nada que no incluyera mirarlo fijamente.

"Estabas llorando." Afirmó simplemente, encogiéndose de hombros. Le arqueé una ceja, confusamente, ganándome una sonrisa a cambio. "Te conozco desde hace diez años, Michel. Aunque no este en casa todo el tiempo, se como te ves después de haber llorado durante mucho tiempo."