50. Michel

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Me desperté con el sonido de la lluvia cayendo fuerte en el exterior, el cielo todavía oscuro, nublado y brumoso. El vendaval golpeaba la puerta de cristal del balcón con tanta fuerza que incluso daba un poco de miedo. Cada pequeño espacio abierto era una invitación para que el viento silbara, emitiendo ese molesto sonido que me hizo enterrar mi cara en el tejido blando justo frente a mi.

En ese momento me di cuenta de donde estaba y, una vez que estuve completamente despierto, libre de todos los mareos y entumecimientos, recordé exactamente con quien estaba. Bueno, no mentiré y diré que me arrepentí de haber venido aquí, porque no lo hice. En realidad, me permití sonreír ante la vista justo frente a mis ojos.

Las manos de Max estaban en mi cintura, mas apretadas que cuando nos quedamos dormidos. Su rostro estaba enterrado en el cojín debajo de su cabeza, que no recordaba que hubiera estado allí antes, tan tranquilo y pacifico.

¿Qué hora era, por cierto?

Intente buscar algún reloj, pero no encontré ninguno. Bueno, el cielo todavía estaba oscuro y me di cuenta de que no estaba cerca del amanecer. Pero... ¿Qué hora en medio de la noche era exactamente? Intente concentrarme en las noticias del televisor – la única fuente de luz en la habitación – que aun estaba encendida, tratando de absorber cualquier cosa que pudiera darme una pista de cuanto tiempo había dormido, pero fue completamente inútil. Sobre todo porque no pude distinguir ni una sola palabra que dijo el presentador. Quizás no estaba tan despierto después de todo.

Suspirando, me concentre en Max otra vez, observándolo roncar suavemente, murmurando algo ininteligible en sus sueños. No pude evitar sonreír ante la escena, empezando a preguntarme como termino esa manta sobre nosotros. ¿Realmente había encontrado la fuerza para dejarme, aunque fuera por un breve momento, solo para conseguir algo que nos calentara? No es que crea que soy el mejor para abrazar ni nada por el estilo, pero el chico siempre parece lo suficientemente dispuesto a pasar cada segundo de nuestros momentos juntos tocándome de alguna manera. Es como si necesitara sentirme de alguna manera. Y no me quejo.

Me gusta la forma en que enredó nuestras piernas, como sigue abrazándome fuerte contra el y como empujo la mesa de café un poco a un lado para que pudiéramos tener un poco mas de espacio en la alfombra. Me gusta la forma en que inhala y exhala lentamente, frotando inconscientemente mi espalda baja con su pulgar. Me gusta como sus labios están entreabiertos, tan regordetes y rosados...

"Mmm, ¿Mich?" Murmuró, acercándose mas y presionando esos malditos labios en la parte superior de mi cabeza, luego bajó la cara hasta que estuvieron en mi oreja.

"¿Si?" Le susurré en respuesta, apretando mi agarre alrededor de su cintura también y sintiendo como sus labios se curvaban perezosamente en una media sonrisa, todavía lo suficientemente cerca de mi oído. "¿Te desperté?" Pregunte lentamente, tratando de no hablar demasiado rápido, porque, bueno, el probablemente no lo entendería.

Lo sentí sacudir ligeramente la cabeza, repartiendo besos desde mi oreja hasta mi cuello, y luego acariciando su nariz en el punto donde el cuello se unía al hombro.

"Todavía estas aquí." Dijo de nuevo, la frase un poco mas larga me hizo notar su acento mas fuerte, su voz todavía aturdida por el sueño y Dios. Dios. Eso era demasiado sexy. Probablemente podría escuchar eso todo el día y sentiría esa cosa extraña recorriendo mi columna. ¿No podría tener sueño todo el tiempo?

"Aquí estoy." Le sonreí a medias, mirando la pared mientras sentía sus pestañas haciendo cosquillas en la piel de mi cuello antes de que se alejara, abriendo con cuidado los ojos lo suficiente para poder verme. Incluso si la luz en la habitación no era mucha, parecía tener dificultades para acostumbrarse a ella.

Daño |  ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora