Cap. 13 REVELACIONES Y CONFLICTOS

9 2 0
                                    

El aire se cargaba con la tensión que emanaba de cada poro de su piel. Ingrid lo sabía, lo sentía como un peso aplastante sobre su pecho. Mateo estaba callado, pero su mirada ardía con un fuego que ella conocía muy bien. Era el mismo fuego que había quemado su alma una y otra vez. Se encontraban en el estudio, rodeados por las obras de arte que alguna vez habían sido testigos mudos de su amor, pero ahora parecían reflejar la oscuridad que habitaba en el corazón de Mateo. Ingrid temblaba mientras sus palabras flotaban en el aire, intentando encontrar un lugar donde aterrizar sin desatar la tormenta que sabía que se avecinaba.

- Mateo, sabes que esto no puede seguir así. No podemos seguir así. – exclama, Mateo la observaba con frialdad, pero Ingrid podía ver el tumulto de emociones que luchaban detrás de esa máscara impasible.

- ¿Qué quieres decir con 'no podemos seguir así'? - preguntó él con voz calmada, pero con un dejo de peligro latente. Ingrid tragó saliva, sintiendo el nudo en su garganta.

- Lo que quiero decir es que ya no puedo soportar más la violencia, Mateo. No puedo seguir justificando tus acciones, ni siquiera ante mí misma. - El silencio se hizo eco en la habitación, interrumpido solo por el sonido de sus respiraciones entrecortadas. Entonces, Mateo se acercó lentamente a ella, sus ojos brillando con una intensidad que le heló la sangre.

- ¿Violencia dices? ¿Acaso piensas que soy un monstruo, Ingrid? - Ella retrocedió un paso, sintiendo el miedo apoderarse de ella.

- No... no quiero decir eso, Mateo. Pero necesitamos buscar ayuda, necesitamos...

- ¡No necesitamos nada! - rugió él, avanzando hacia ella con un movimiento rápido como el de un depredador acechando a su presa. - Lo único que necesitas es aprender a comportarte, a obedecerme como una buena novia y próximamente esposa. - Ingrid cerró los ojos, las lágrimas amenazando con escapar.

- No, Mateo. No puedo seguir viviendo así. No puedo seguir fingiendo que todo está bien cuando claramente no lo está. - La mano de Mateo se alzó rápidamente, cortando el aire con un silbido ominoso antes de que se estrellara contra la mejilla de Ingrid con un golpe sordo. Ella sintió el ardor en su piel, pero también sintió una determinación ardiente crecer en lo más profundo de su ser.

- Perdóname, no quería lastimarte, pero tú me provocas – le culpa – solo pórtate bien – le acaricia el rostro – prometo no volver a hacerlo

- Estás mintiendo, Mateo - susurró, mirándolo fijamente a los ojos. - Y no puedo seguir siendo parte de esta mentira.

El rostro de Mateo se deformó con furia nuevamente, sus puños apretados con un odio que la dejó sin aliento.

- ¡Maldita sea, Ingrid! ¡Te lo advierto, no vuelvas a desafiarme!

Pero ya era demasiado tarde. Ingrid se había liberado del yugo que lo había mantenido atado por tanto tiempo. Y mientras Mateo lanzaba su próxima embestida, ella sabía que, esta vez, no se detendría ante nada para protegerse a sí misma. Pero, sin embargo, no tuvo éxito

En un banco del parque, bajo la sombra de un árbol, Diego y Adam se encontraban charlando sobre los asuntos del corazón. Diego jugueteaba nerviosamente con un trozo de hierba mientras intentaba reunir el coraje necesario para hablar sobre un tema que lo tenía preocupado.

- Adam, necesito tu consejo - comenzó Diego, su voz temblorosa con la emoción contenida - Estoy enamorado de Ginebra, la hermana de Arthur, pero no sé cómo decírselo

Adam dejó escapar una risita burlona, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

- Por dios Diego, sigues con eso, todos ya sabemos que te gusta ella – Diego asiente - Ah, el amor, siempre tan complicado para los hombres - comentó con una sonrisa irónica.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora