CAP. 55 BESOS Y CONFESIONES: AMORES, CELOS Y SECRETOS A LA VISTA

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Arthur la besó de nuevo, esta vez más apasionadamente.

- ¿Y ahora?

- Todavía no me convences.

Arthur la besó de nuevo tiernamente.

- ¿Y ahora, mi amor?

- Ahora sí te creo. Después de tres o cuatro besos —respondió, riendo.

- ¡Ya basta de tanta miel! —exclamó Adam— No ven que todos los están mirando.

Arthur y Olivia miraron a su alrededor y se dieron cuenta de que efectivamente todos los estaban observando. Olivia, avergonzada, se acurrucó en el pecho de Arthur.

- Ay, qué romántico —dijeron algunas personas alrededor— Vieron cómo la convenció de que la ama solo a ella.

Los murmullos y comentarios continuaron, muchas chicas hablaban sobre lo guapo que era Arthur, y algunos chicos comentaban sobre lo celosa que era Olivia.

- Lo siento, pero este hombre ya tiene dueña. Y la dueña de su corazón soy yo —dijo Olivia, besando a Arthur en los labios.

Arthur correspondió al beso y, mirando a su alrededor, declaró:

- Sí, mi amor. Y para que todos lo sepan, ella es la dueña de mi corazón. A la única a la que quiero a mi lado cuando pensé que todo había terminado y sentía que todo mi mundo se desvanecía. Tú llegaste y le diste luz a mi vida. Te amo, mi amor.

Olivia, con los ojos brillantes, respondió:

- Yo también te amo.

Los comentarios y murmullos continuaron, pero lo que nadie sabía era que Ingrid había llegado a la universidad en ese preciso momento. Había ido para hablar con la licenciada Sandra Muñoz, sobre unos temas, pero había llegado en el peor momento posible. Vio todo el espectáculo romántico entre Arthur y Olivia, y su corazón se rompió aún más.

Ingrid se dio la vuelta rápidamente, sintiéndose completamente devastada y sola. Salió de la universidad lo más rápido que pudo, sin que nadie notara su presencia ni su dolor.

Ingrid estaba desmoronándose. Las escenas en el espejo la atormentaban, los recuerdos de Mateo la acosaban sin cesar. Se sentía atrapada en un ciclo de miedo y desesperación del que no podía escapar, la escena en la universidad había añadido una nueva capa de dolor a su ya frágil estado emocional.

Ingrid sabía que tenía que encontrar la manera de luchar contra sus demonios, pero en ese momento, todo lo que podía hacer era llorar y esperar que el dolor eventualmente disminuyera. Sabía que tenía que ser fuerte, pero en ese momento, la fortaleza parecía un objetivo inalcanzable.

Ingrid llegó a su casa completamente devastada después de la escena que había presenciado en la universidad. Cerró la puerta de su habitación con un fuerte golpe y se dejó caer al suelo, sollozando. Las lágrimas caían incontrolablemente mientras se abrazaba a sí misma, tratando de encontrar consuelo en su propio abrazo.

- ¿Por qué me haces esto, Arthur? —dijo en voz alta, mirando al techo, como si esperara una respuesta— Si sabes que te amo más que a nadie en este mundo... ¿No puedes ver lo que estoy sufriendo? ¿Por qué, Arthur? ¿Por qué?

Se levantó tambaleándose y se dirigió al espejo, su reflejo mostrando una figura destrozada y abatida. Se miró fijamente, sus ojos llenos de desesperación.

- Te necesito, amor. Por favor, no me lastimes más. Vuelve conmigo. Te necesito tanto que siento que me estoy muriendo de tanto dolor. ¿Cómo puedes estar tan feliz con otra persona mientras yo me estoy desmoronando?

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora