CAP. 32 ENTRE SOMBRAS Y REVELACIONES: EL RESCATE INMINENTE DE ARTHUR

7 2 0
                                    

Mientras tanto, en el psiquiátrico, Arthur lucha desesperadamente contra la sedación que lo adormece. Su mente está alerta, enfocada únicamente en la necesidad urgente de escapar. Observa cada rincón de la habitación con una intensidad casi sobrehumana, buscando desesperadamente algo que pueda utilizar a su favor. Finalmente, su mirada se detiene en una ventana con una cerradura vieja y frágil, una pequeña oportunidad en medio del caos.

- Debe haber una forma de abrirla - murmura para sí mismo, su voz apenas un susurro en el silencio tenso de la habitación. Con las pocas fuerzas que le quedan, se arrastra hacia la ventana y encuentra un alambre descuidadamente dejado sobre la mesa por los cuidadores. Con manos temblorosas, pero determinadas, comienza a manipular el alambre en la cerradura, cada movimiento calculado y preciso mientras el tiempo se escurre entre sus dedos.

Cada clic de la cerradura es un triunfo sobre la desesperación que amenaza con consumirlo. Cada segundo que pasa aumenta la presión sobre sus hombros, sabiendo que cualquier ruido podría alertar a los guardias que patrullan afuera. El sudor frío empapa su frente mientras su corazón bombea en sus oídos, una sinfonía de adrenalina y miedo.

Finalmente, con un suspiro de alivio apenas contenido, la cerradura cede. La ventana se abre con un chirrido agudo que hace que Arthur contenga la respiración. Un último vistazo a la habitación y a su alrededor, y con la determinación ardiente en sus ojos, se desliza fuera de la ventana hacia la libertad incierta que aguarda más allá.

Cada movimiento es una batalla ganada, cada obstáculo superado una prueba de su fuerza y voluntad. Arthur sabe que la noche es su aliada y el tiempo su enemigo, pero la esperanza de la libertad lo impulsa hacia adelante, hacia un destino incierto, pero decididamente mejor que la cautividad en la que se encontraba.

En el almacén abandonado, Ginebra y los demás llegan al lugar mencionado en la carta con el corazón en un puño. El lugar se encuentra en un estado de desolación, con las sombras bailando entre los escombros, creando una atmósfera cargada de misterio y tensión.

- Dividámonos - sugiere Camilo, su voz resonando en el silencio opresivo - Tenemos que encontrar algo que nos guíe hacia Arthur.

Cada uno se adentra en la oscuridad con cautela, susurros de esperanza y temor flotando en el aire. Adam escudriña los rincones más oscuros, sus sentidos agudizados por la urgencia de la situación. Mánzer, con su habitual calma, explora entre los escombros con manos expertas, buscando cualquier indicio que pueda ser crucial. Diego, siempre alerta, inspecciona las paredes con una linterna en mano, iluminando cada grieta y hueco en busca de respuestas.

Adam, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, se agacha junto a una pila de escombros. Sus dedos encuentran algo arrugado y desgastado: un trozo de papel con letras apenas legibles.

- ¡Aquí hay algo! - exclama, mostrándolo con manos temblorosas a Ginebra.

Ginebra toma el papel con manos que apenas pueden sostenerlo, sus ojos escudriñando cada palabra con desesperación contenida.

- Es una dirección - murmura, su voz apenas un susurro que se pierde en la oscuridad ominosa que los rodea. - Tenemos que irnos ya.

- Vamos - insta Mánzer, su tono bajo pero urgente. - No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que sea demasiado tarde.

En silencio, como sombras moviéndose entre los recuerdos olvidados, el grupo se dirige hacia la salida del almacén. Cada paso es una mezcla de alivio y temor, sabiendo que cada segundo perdido puede significar la diferencia entre la salvación y la perdición.

El personal del psiquiátrico descubre la ausencia de Arthur y suena la alarma, haciendo eco en los pasillos vacíos y ominosos. Las luces parpadean con una urgencia ansiosa mientras los enfermeros y médicos se movilizan rápidamente.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora