En la casa de Mateo
- Ya sé dónde está Ingrid - dijo Ciro, cruzándose de brazos con una expresión de triunfo en su rostro.
Mateo, quien estaba recostado en el sofá, levantó una ceja, mostrando un interés inesperado pero genuino.
- ¿Cómo es posible que no te hayas dado cuenta? Ella sigue yendo al mismo colegio de siempre - explicó Ciro, su tono cargado de sarcasmo.
Mateo se incorporó rápidamente, su incredulidad reflejada en sus ojos.
- ¿En serio? - respondió, con la incredulidad palpable en su voz.
Ciro asintió, una sonrisa malévola estirando sus labios.
- ¡Ajá! - dijo, disfrutando del momento.
Mateo se levantó de un salto, sus ojos brillando con una mezcla de obsesión y determinación.
- ¡Bingo! - exclamó, la sonrisa de Ciro reflejándose en su rostro.
La atmósfera en la habitación se volvió tensa. Ciro, más serio ahora, intentó razonar con su amigo.
- Mira, Mateo, tienes que dejar en paz a Ingrid. Ella no te pertenece, no es un objeto - dijo, con una nota de preocupación en su voz.
Mateo se giró bruscamente hacia Ciro, sus ojos brillando con una furia contenida.
- ¿Dejarla en paz? ¿Después de todo lo que hemos pasado? - espetó, su voz temblando de emoción. - Ingrid es mía. No voy a permitir que nadie se interponga entre nosotros.
Ciro suspiró, sabiendo que convencer a Mateo no sería fácil.
- Escúchame, estás yendo por un camino muy peligroso. Esto no va a terminar bien si sigues así - advirtió, tratando de mantener la calma.
Pero Mateo estaba decidido. Se acercó a Ciro, invadiendo su espacio personal con una intensidad que hacía palpable su obsesión.
- No entiendes, Ciro. Ingrid me necesita. Ella solo tiene que darse cuenta de eso - dijo, casi suplicante.
Ciro negó con la cabeza, frustrado.
- No, Mateo. Eres tú quien necesita darse cuenta de que esto no es sano, ni para ti, ni para ella - insistió, esperando que sus palabras lograran penetrar la capa de obstinación de su amigo.
Pero Mateo no estaba dispuesto a escuchar. Se giró y comenzó a caminar hacia la puerta, decidido a encontrar a Ingrid.
- Si no quieres ayudarme, Ciro, entonces aléjate. No voy a detenerme hasta que Ingrid esté conmigo - declaró, su voz firme y llena de una determinación inquietante.
Ciro observó impotente cómo Mateo se alejaba, sabiendo que su amigo estaba a punto de cometer un grave error.
En la penumbra de la casa abandonada, Arthur y Ginebra se encontraban con sus amigos Adam, Mánzer, Diego y Camilo. La conversación tomó un giro inesperado cuando Ginebra decidió revelar el secreto de su hermano.
- Pues aquí está, mis queridos amigos, mi hermano está enamorado - anunció Ginebra con un tono teatral. - ¿Qué dices, Arthur?
Arthur, visiblemente incómodo, se recostó contra la pared, tratando de ignorar las miradas curiosas y expectantes de sus amigos.
- Oh, vaya, amigo. No sabíamos. Mira, somos amigos y somos los últimos en enterarnos, querido - bromeó Adam, provocando risas entre todos.
Diego, con una sonrisa traviesa, no pudo contenerse.
- Dinos de quién se trata, Arthur. No te hagas el misterioso - instó, entre risas.
Ginebra, siempre lista para agregar más drama, se inclinó hacia adelante.
ESTÁS LEYENDO
QUÉDATE CONMIGO
أدب المراهقينIngrid y Arthur se encuentran atrapados en un torbellino de violencia y emociones prohibidas. Ingrid soporta en silencio el tormento infligido por su pareja, hasta que el peso del dolor se vuelve insoportable y toma una decisión desgarradora. Mientr...