CAP. 29 SANGRE EN LA OSCURIDAD: EL DOLOR DE ARTHUR Y EL JUICIO DE SU PADRE

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En la oscura habitación de Arthur, la angustia del rechazo de Ingrid lo consume. Está sentado en el borde de su cama, con la cabeza entre las manos, tratando de contener las lágrimas que amenazan con caer. La habitación sigue en caos, reflejando su estado emocional.

- El amor es... el peor veneno que existe —susurra con voz quebrada.

La puerta se abre con violencia y Alex, su padre, entra, una figura imponente bañada por la luz tenue del pasillo. Arthur levanta la mirada, sus ojos enrojecidos por la tristeza y la rabia contenida.

- ¿Ya terminaste tu drama, Arthur? Necesito saber dónde está tu hermana —dice con voz dura, sin un ápice de compasión.

Arthur siente un escalofrío recorrer su espina dorsal. La presencia de su padre siempre ha sido intimidante, pero esta noche es diferente. La vulnerabilidad de Arthur despierta algo oscuro en su padre.

- Ginebra... aún no ha vuelto. No sé dónde está —responde, preocupado.

- ¡Tenías una sola responsabilidad, Arthur! Mantener a tu hermana a salvo. Si no puedes hacer eso, ¿para qué sirves? —grita, furioso.

Arthur se levanta abruptamente, la paciencia agotada, sus emociones a flor de piel.

- ¿Para qué sirvo? ¿Acaso importa algo de lo que hago? ¡Nunca nada es suficiente para ti!

Alex se acerca peligrosamente, su mirada llena de desprecio.

- Mira lo que tienes delante, ¿no me digas que estás así por una chica? ¡Ay, no te rechazaron! ¿No me digas, eh? ¿O es que ahora quieres que te consuele por tus dramas de adolescente?

Arthur siente una mezcla de rabia y dolor profundo. Sus manos se cierran en puños apretados, luchando contra la tentación de gritarle a su padre todo lo que siente.

- No tienes ni idea de lo que siento. Ni siquiera te importa —dice con voz tensa.

- ¡Cómo te atreves a hablarme así! ¡Yo soy tu padre! —dice con ira.

Alex, sin previo aviso, le propina un golpe en el rostro. El sonido del impacto resuena en la habitación. Arthur retrocede, una mezcla de sorpresa y furia en su rostro.

- ¡Basta! ¡No soy un niño! ¡Ya no! No puedo estar todo el tiempo con ella, ¡no soy su niñero!

Alex, cegado por la ira, se acerca nuevamente, casi rugiendo.

- ¡Tú deberías encargarte de ella, no yo! ¡No puedo estar todo el tiempo cuidando de Ginebra! —grita Arthur, con la voz rota de frustración y cansancio.

- ¡Cállate! —gruñe Alex, propinándole otro golpe aún más fuerte.

Arthur se tambalea, el dolor y la indignación haciéndose más intensos.

- ¿Por qué no puedes ser tú quien se encargue de ella? ¡Siempre soy yo! ¡Nunca haces nada por nosotros!

- ¡Cómo te atreves a decirme eso! ¡Después de todo lo que he hecho por esta familia! —el padre toma a Arthur por la camisa y lo empuja hacia la puerta.

- ¡solo te importa mi hermana! ¡Nunca te importe! ¡Todo lo que me haces es gritar y golpear! ¡No eres un padre, eres un tirano!

Alex, fuera de sí, lo arrastra hacia el pasillo. Arthur lucha, pero la fuerza de su padre es abrumadora.

- ¡Vas a aprender a respetarme! ¡Te guste o no, soy tu padre y harás lo que te diga! —grita, empujándolo por las escaleras.

Arthur intenta liberarse, pero su padre lo sostiene con una fuerza feroz. Bajando las escaleras de manera torpe, llegan hasta la puerta principal. Alex la abre de un tirón y empuja a Arthur hacia el exterior.

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