CAP. 79 LAZOS EN GUERRA: LA CAÍDA DEL LÍDER

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Antes de que pudiera terminar, Ingrid, que estaba al lado de Rafael, intervino, con el rostro aún pálido por la tensión y la indignación.

- ¿Malentendido? —replicó Ingrid con frialdad, su voz cargada de sarcasmo— ¿Qué malentendido, Arthur? ¿El hecho de que me agarraste como si fuera tu propiedad o que golpeaste a Diego solo porque me abrazó?

Arthur se quedó en silencio por un segundo, sus ojos atravesando a Ingrid. Él no iba a aceptar que la razón detrás de su reacción fuera algo tan simple como los celos, pero tampoco podía explicar de manera lógica lo que había sentido cuando vio a Diego tan cerca de ella.

- Estaba protegiéndote —dijo al final, con voz dura— Diego...

- ¡Diego, no me estaba haciendo daño! —gritó Ingrid, interrumpiéndolo. Sus manos temblaban de rabia— No necesito que me protejas, Arthur. Y menos de un amigo. ¡Tú eres el que me está haciendo daño todo el tiempo!

Rafael levantó una mano, señalando a Arthur con una autoridad irrefutable.

- Esto es exactamente lo que te decía —continuó Rafael, su voz resonando en la habitación— No estás en control, Arthur. Y como líder de este grupo, se supone que deberías ser un ejemplo para todos los demás. Pero solo has traído caos desde que llegaste.

El caos apenas comenzaba.

Rafael, su mirada fija en el suelo, pero todos podían sentir cómo la tensión crecía a su alrededor. Miró a Ingrid directamente, quien mantenía una postura firme y serena, a pesar de la tormenta de emociones que corría por dentro.

- Ingrid —comenzó Rafael, su voz grave resonando en la sala— Tú, como vicepresidenta de la asociación, has estado cerca de todo esto desde el principio. ¿Qué crees que deberíamos hacer con Arthur y Diego?

Ingrid sintió las miradas de todos sobre ella. Era el momento de dar su opinión, de tomar una postura frente a la situación. No dudó ni un segundo. Sus ojos se encontraron con los de Rafael, y con una calma sorprendente, respondió:

- Tío, usted, como presidente de esta organización, ya sabe cuáles son las consecuencias que deben aplicarse. —Su tono era frío, pero firme— No podemos tolerar más este tipo de comportamiento. Las reglas están claras. No importa quién sea el responsable.

Rafael asintió lentamente, como si estuviera evaluando la respuesta.

- ¿Estás segura de eso, Ingrid? —preguntó, buscando alguna vacilación en su rostro, pero no encontró ninguna.

- Completamente segura —dijo Ingrid con voz firme. Sabía que esta decisión no sería fácil, pero era necesaria. Las reglas se habían roto y debía imponerse el orden.

Rafael respiró hondo y giró hacia Arthur, su mirada volviéndose gélida. El ambiente en la sala se tornó aún más tenso.

- Perfecto —dijo Rafael, su voz tan afilada como un cuchillo— Arthur, te lo advertí muchas veces. Te perdoné en situaciones anteriores porque confiaba en ti, confiaba en que podrías ser un buen líder para esta organización, pero lo has echado todo a perder. Has perdido el control, y eso tiene consecuencias. —hizo una pausa, observando las reacciones de todos los presentes antes de continuar— A partir de ahora, Arthur, quedas destituido de tu puesto como líder del grupo. Estás sancionado por una semana y no formarás parte de la misión con la señora María y sus hijas. Ingrid, Christian y los demás se encargarán de eso. Mantente alejado de esa misión. No quiero verte involucrado de ninguna manera.

Arthur se quedó helado. Su rostro endurecido reflejaba una mezcla de furia y sorpresa. No podía creer lo que acababa de escuchar. Dio un paso adelante, alzando la voz en desafío.

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