CAP. 71 ECOS DE UN AMOR ROTO: LA ÚLTIMA HERIDA

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Ingrid se dejó caer en su cama, sus lágrimas formando un río silencioso sobre su almohada. Su mente no podía escapar de la imagen de Arthur y Olivia juntos. Cada pensamiento era una daga clavada en su corazón.

- ¿Por qué me tuviste que hacer esto, Arthur? —susurró al vacío—. No sabes cuánto me duele enterarme de que haya sido utilizada como una marioneta para preparar tu sorpresa para Olivia, para su aniversario. ¡Qué idiota fui! Me dolió tanto descubrir que te acostaste con ella y no conmigo. ¿Por qué, Arthur? ¿Por qué te encanta lastimarme de esta manera? ¿Acaso no te importa lo que yo sienta? ¿No te importa que me estoy muriendo por ti? ¿Acaso ya no me amas? Tuve que ser parte de tu plan para destruirme. Tenía que estar ahí, al menos podrías haberme dicho, podrías haber venido y decirme: "Qué bueno que ya terminaste, te puedes ir". Pero no, me hiciste quedarme y ver lo feliz que eres. Lo que hiciste me lastimó tanto, me rompió el corazón. ¿Por qué tuviste que hacer esto, y de paso con ella? Cariño, te necesito, por favor, no me lastimes más y vuelve conmigo, porque si no lo haces, yo me moriré.

Mientras tanto, en la habitación de Arthur, él y Olivia disfrutaban de una noche romántica. La luz de las velas creaba sombras danzantes en las paredes, y la música suave llenaba el aire. Se besaban apasionadamente, sus cuerpos entrelazados en un abrazo íntimo. La ropa era una molestia que rápidamente dejaron de lado, entregándose a la pasión que compartían.

Pero a pesar de la intensidad del momento, Arthur no podía sacarse de la cabeza la imagen de Ingrid y Christian. Se levantó de la cama a las cuatro de la mañana, incapaz de dormir. Olivia, exhausta, permaneció dormida mientras Arthur se vestía con sus pantalones y salía al jardín, con el torso desnudo.

La brisa nocturna acariciaba su piel mientras su mente era un caos de celos y preguntas sin respuesta.

- ¿Qué hace Christian con Ingrid? ¿Qué son ellos? —se preguntaba furioso— No puede ser que Ingrid me haya olvidado tan fácilmente. ¡Ella es mía y de nadie más!

Arthur golpeó una pared del jardín con furia, sintiendo el dolor físico como una distracción bienvenida del tormento emocional. Se dejó caer en el césped, respirando pesadamente.

- La amo —susurró—. La amo más que a nada en este mundo, y la idea de verla con otro me está matando.

El tiempo pasó lentamente mientras Arthur se quedaba en el jardín, su mente enredada en pensamientos de amor y celos. Recordó la imagen de Christian llevándose a Ingrid y cómo se había sentido impotente y furioso.

- Ingrid, ¿por qué me haces esto? —murmuró— ¿No te das cuenta de cuánto te necesito?

Mientras tanto, Ingrid permanecía en su cama, abrazando su almohada como si fuera su único consuelo en el mundo. Su corazón latía con dolor y tristeza, incapaz de comprender por qué Arthur la lastimaba de esa manera.

La noche se desvaneció en un amanecer solitario para ambos. Arthur, todavía en el jardín, sentía cómo la furia dentro de él se mezclaba con un profundo sentimiento de pérdida. Ingrid, por su parte, se levantó sintiéndose agotada emocionalmente, pero con la firme determinación de seguir adelante, a pesar del dolor.

Arthur regresó a su habitación, donde Olivia seguía dormida. Se acostó junto a ella, abrazándola, pero sus pensamientos seguían siendo un torbellino de emociones. Sabía que tenía que enfrentar sus sentimientos por Ingrid, pero no sabía cómo hacerlo sin lastimar a Olivia.

Habían pasado cuatro días desde aquella noche del aniversario de Arthur. Cuatro días en los que la vida de Ingrid había sido un torbellino de dolor y lágrimas. Cada noche, encerrada en su cuarto, lloraba y gritaba el nombre de Arthur, pidiéndole que volviera. Durante el día, apenas salía de su cama, sintiéndose perdida y devastada.

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