CAP. 23 EL REENCUENTRO CON LA OSCURIDAD

9 2 0
                                    

- ¿Pensaste que podrías escapar de mí para siempre, mi amor? - La voz era baja y cruel, cada palabra impregnada de una amenaza subyacente.

Ingrid se quedó pálida al reconocer la voz de Mateo, su corazón latiendo desbocado mientras una oleada de terror la paralizaba. Giró lentamente, con la esperanza de que su mente le estuviera jugando una mala pasada, pero ahí estaba él, acercándose con una sonrisa siniestra.

- M-Mateo... - tartamudeó, sus ojos llenos de miedo.

Mateo dio un paso más cerca, disfrutando de la reacción de Ingrid.

- Sí, mi amor, soy yo. ¿Realmente pensaste que podrías desaparecer y que yo no te encontraría?

Ingrid intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Estaba atrapada en un ciclo de recuerdos dolorosos y el miedo que había sentido tantas veces antes.

- ¿Por qué...? - su voz se quebró, apenas capaz de formar palabras coherentes.

Mateo se inclinó hacia ella, su aliento caliente y desagradable golpeando su rostro.

- ¿Por qué? Porque eres mía, Ingrid. Siempre lo has sido y siempre lo serás.

Las palabras resonaron en su mente, avivando el miedo que había intentado dejar atrás. Ingrid sintió cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, su cuerpo temblando incontrolablemente.

- Por favor, déjame en paz - susurró, la desesperación palpable en su voz.

Mateo la miró con una sonrisa cruel.

- ¿Déjate en paz? Eso nunca va a pasar. Recuerda lo que te dije, Ingrid. No puedes escapar de mí.

Ingrid sintió una oleada de desesperación y terror, pero en algún lugar, dentro de ella, también comenzó a formarse una chispa de resistencia. Había pasado, por tanto, para llegar hasta aquí, para sobrevivir. No podía dejar que Mateo volviera a controlarla.

Reuniendo toda la fuerza que pudo, levantó la mirada y lo enfrentó, sus ojos llenos de una determinación que no había sentido en mucho tiempo.

- No te tengo miedo - dijo con una voz temblorosa pero firme. - No voy a dejar que me destruyas de nuevo.

Mateo se quedó mirando por un momento, sorprendido por la resistencia inesperada, pero la sonrisa cruel nunca abandonó su rostro.

- Ya veremos, Ingrid. Ya veremos.

Arthur estaba en su habitación, su mente y corazón eran un torbellino de emociones. Ver a Ingrid, viva, había removido todas las heridas que pensaba cerradas. Su desesperación y rabia se mezclaban en una tormenta imparable dentro de él. Comenzó a caminar de un lado a otro, su respiración agitada, y en un arrebato de furia, empezó a tirar todo a su alrededor. Libros, fotos, todo lo que encontraba en su camino terminó en el suelo.

- ¡Maldita sea, Ingrid! - gritó, su voz llena de dolor y frustración -. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste dejarme creer que estabas muerta?

Ingrid llegó a su casa a toda prisa, su corazón latiendo frenéticamente tras el aterrador encuentro con Mateo. Apenas cerró la puerta detrás de ella, comenzó a buscar a su tío, Rafael, el hombre que había sido su salvador y protector durante los últimos meses. Sus manos temblaban mientras llamaba desesperadamente.

- ¡Tío Rafael! - gritó, su voz quebrada por el miedo y la desesperación.

Rafael, un hombre de mediana edad con un semblante siempre calmado, salió rápidamente de su estudio al escuchar los gritos de su sobrina.

- ¿Ingrid? - preguntó con preocupación al verla tan agitada - ¿Qué pasó?

Ingrid corrió hacia él, sintiendo que sus piernas apenas la sostenían. Se aferró a su tío como si su vida dependiera de ello, las lágrimas corriendo libremente por su rostro.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora