CAP. 19 LA SOMBRA DE LA TRAGEDIA

13 2 0
                                    

Ingrid emerge a la superficie, exhausta, pero decidida, sintiendo cada músculo de su cuerpo, arder por el esfuerzo sobrehumano que acaba de realizar. Con el corazón, palpitando con determinación, levanta la mirada hacia el horizonte y visualiza la clínica del amigo de su difunto padre, su único rayo de esperanza en medio de la oscuridad que la rodea. A pesar del agotamiento que la consume, una chispa de determinación brilla en sus ojos mientras se sumerge en la corriente de la vida, lista para enfrentar lo que sea necesario para alcanzar su objetivo.

Con cada paso que da en dirección a la clínica, las calles parecen estirarse infinitamente ante ella, como si el camino fuera una prueba de resistencia diseñada para poner a prueba su voluntad. Sin embargo, Ingrid no se deja intimidar por la distancia ni por los obstáculos que puedan surgir en su camino. Cada paso es un recordatorio de su fuerza interior y de su capacidad para enfrentar cualquier desafío que se le presente.

A medida que avanza, las voces de los transeúntes se desvanecen en el fondo, reemplazadas por el latido constante de su corazón y el susurro del viento que acaricia su rostro. Con cada respiración, se llena de coraje y determinación, recordando las palabras de su padre que resonaban en su mente como un eco reconfortante

- Siempre habrá una luz al final del túnel, hija mía. Solo tienes que seguir adelante, pase lo que pase.

Ingrid se aferra a esas palabras como a un salvavidas en medio de la tormenta, alimentando su espíritu con la certeza de que cada paso la acerca un poco más a la verdad que busca. A pesar del cansancio que la envuelve como un manto, una sonrisa valiente se dibuja en sus labios mientras avanza hacia su destino, lista para enfrentar lo que sea necesario para encontrar respuestas y redención en la clínica del amigo de su padre.

Arthur se despierta en la penumbra de una habitación de hospital, su mente aún nublada por la confusión y el dolor. Su primer instinto es levantarse de la cama y huir de ese lugar, pero un dolor punzante en su costado le recuerda la realidad de su situación. Se siente aturdido, sus recuerdos se mezclan con los destellos de la noche anterior, y el corazón de Arthur se llena de angustia al recordar el momento en que Ingrid se lanzó al agua.

- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? - balbucea, sus palabras apenas audibles en la quietud de la habitación. La enfermera de guardia entra en ese momento, trayendo consigo una bandeja con medicamentos y un gesto de preocupación en su rostro.

- Buenos días, joven - saluda la enfermera con amabilidad - Te ves un poco desorientado. Debes descansar y recuperarte. ¿Puedo traerte algo para el dolor?

Arthur asiente débilmente, su mente aún atrapada en el torbellino de emociones que lo consume. La enfermera aprovecha la oportunidad para explicarle brevemente lo que ha sucedido, cómo llegó al hospital en medio de la tormenta, empapado y exhausto.

- No puedo quedarme aquí - murmura Arthur, su voz temblorosa de determinación - Tengo que encontrarla.

Pero la enfermera le advierte que no puede salir del hospital, que necesita reposo y cuidados médicos. Arthur se niega a aceptar esa respuesta, desesperado por buscar a Ingrid y asegurarse de que esté a salvo.

- Por favor, señorita, tengo que irme - insiste Arthur, su corazón latiendo con la urgencia de su misión.

La enfermera se siente impotente ante la determinación de Arthur, pero sabe que debe cumplir con su deber de cuidar a sus pacientes. Mientras tanto, Arthur aprovecha un momento de distracción para cambiarse y salir de la habitación, decidido a encontrar a Ingrid a cualquier costo.

Sin embargo, su escape no pasa desapercibido. Su hermana, Ginebra, lo descubre en el pasillo y trata de detenerlo, preocupada por su estado físico y mental.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora