CAP. 14 LA EXPLOSIÓN DE LA VERDAD

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El cuarto de Arthur estaba iluminado por una tenue luz dorada que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas. El suelo de madera crujía ligeramente bajo sus pies mientras se acercaba a donde Ingrid descansaba en la cama. El ambiente estaba impregnado de una calma tensa, como si el mismo aire estuviera esperando contener la tormenta que se avecinaba.

Ingrid yacía en la cama, su rostro pálido y tranquilo en el suave resplandor de la habitación. Sus ojos se abrieron lentamente cuando Arthur se sentó a su lado, su mirada llena de confusión y desconcierto.

- ¿Dónde estoy? - preguntó, su voz apenas un susurro en el silencio.

- Estás en mi casa - respondió, su tono suave pero firme. - Te encontré inconsciente en tu casa y te traje aquí para que te cuidaran.

Ingrid frunció el ceño, tratando de recordar lo que había sucedido.

- ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?

Arthur inhaló profundamente, preparándose para lo que iba a decir a continuación.

- Mateo te estaba lastimando, Estaba golpeándote. – lo dijo con furia

La expresión de Ingrid se congeló, una sombra de negación oscureciendo sus ojos.

- Eso no puede ser cierto - murmuró. - Mateo nunca me haría daño. Debes estar equivocado.

Arthur sintió una oleada de frustración y tristeza.

- Ingrid, no puedes seguir negando lo que está pasando. Mateo no es quien tú crees que es. Te lastimó, te golpeó, y yo tuve que detenerlo, y no, es la primera vez que lo hago, deja de justificar lo injustificable.

Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de Ingrid mientras luchaba por procesar la verdad que estaba frente a ella.

- No puedo creerlo – empezó a llorar - Mateo nunca haría algo así. Debe haber una explicación.

Arthur apretó los puños con impotencia, sintiendo la irá, burbujeando bajo la superficie.

- ¿Qué más necesitas ver para entenderlo, Ingrid? ¿Más golpes? ¿Más dolor? O que talvez necesitas que en la próxima te mate

- Arthur – grita

- No, Ingrid, no, siempre tratas de justificarlo

La habitación parecía encogerse a su alrededor, los muebles y las sombras testigos silenciosos de la batalla emocional que se libraba entre los dos. Cada palabra era un eco de dolor y resistencia, mientras Arthur luchaba por romper las barreras que Ingrid había construido en su mente. Pero por más que intentara, Ingrid seguía aferrada a su negación, protegiendo a Mateo como si fuera su única tabla de salvación en un mar de confusión y dolor. Y mientras la noche se deslizaba silenciosamente afuera, el corazón de Arthur se llenaba de una mezcla de desesperación y determinación. Sabía que la única forma de salvar a Ingrid era hacerla ver la verdad, aunque eso significara enfrentarse a su propia resistencia hasta el final. Arthur se encontraba en un estado de frustración abrumadora. Su voz temblaba con cada palabra pronunciada, su corazón latía con furia contenida. Ingrid, su amiga desde la infancia, había cruzado una línea que él no podía ignorar más.

- ¡Basta, Ingrid! ¡No puedo seguir viendo cómo justificas los golpes de tu pareja! - exclamó, sus ojos centelleando con una mezcla de dolor y enojo.

Ingrid lo miraba con incredulidad, sus labios temblando mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para responder. Pero Arthur no iba a detenerse.

- Te estás lastimando a ti misma, Ingrid, estás permitiendo que te destruyan, que te desprecien, ¡y eso no es amor! – continuó Arthur, su voz resonando en la habitación con una intensidad que dejaba en claro la gravedad de la situación.

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