CAP. 83 SOMBRAS DEL ABISMO: LA OBSESIÓN QUE NO MUERE

3 2 0
                                    

La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por una tenue luz que se filtraba a través de las cortinas pesadas y cubiertas de polvo. El ambiente era denso, casi irrespirable, con una tensión que parecía colgar del aire. Mateo estaba sentado en una silla vieja y desgastada, con las manos apretadas sobre una fotografía de Ingrid. Sus ojos, oscuros y llenos de obsesión, se clavaban en la imagen como si pudiera atraerla de vuelta con su sola fuerza de voluntad.

- Ingrid... —susurró con una voz rasposa—. Mi amor. Mi vida. ¿Cómo pudiste traicionarme de esa manera? —Sus dedos se crisparon en los bordes de la fotografía, arrugando el papel—. ¿Pensaste que estarías mejor sin mí? ¿Qué podrías huir de lo que compartimos?

En la fotografía, Ingrid sonreía, ajena, a la oscura y retorcida devoción de Mateo. Él la observaba como si fuera un tesoro que le habían arrebatado injustamente, una posesión que debía recuperar a toda costa. Su respiración era pesada, y la habitación parecía encogerse con cada palabra que salía de su boca.

- Pero, ni siquiera la cárcel pudo separarnos, Ingrid —continuó, susurrando casi para sí mismo— Nada puede. No importa cuántos jueces, cuántas leyes intenten detenerme, siempre te encontraré. Eres mía. Solo mía. Y pagarás caro por fijar tus ojos en otro hombre... Nadie más tiene derecho a poseerte. Nadie más puede amarte como yo. —cerró los ojos, imaginando el día en que volvería a tenerla entre sus brazos, imaginando cómo la haría pagar, por lo que él consideraba una traición imperdonable.

De repente, la puerta de la habitación se abrió con un crujido, y Christian entró lentamente, cerrándola detrás de sí. Su sombra se proyectaba contra las paredes, pero Mateo no apartó la vista de la fotografía de Ingrid ni un solo segundo.

- ¿Cómo va todo? —preguntó Christian, su voz apagada, casi cautelosa.

Mateo levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de locura y curiosidad.

- Dime lo que has averiguado —dijo con tono frío, controlado—. Cuéntame cada detalle de su vida. Cada movimiento que haga, cada palabra que diga... no quiero que se me escape nada.

Christian tragó saliva antes de acercarse un poco más, manteniéndose aún a una distancia prudente de Mateo. Había algo en la forma en que Mateo lo observaba, una intensidad peligrosa que lo hacía sentirse incómodo. Aunque estaba allí para cumplir con su misión, no podía negar que, en el fondo, también sentía algo más por Ingrid, algo que no había previsto. Pero debía ser cuidadoso, porque cualquier señal de debilidad frente a Mateo podría ser su fin.

- Ingrid sigue con su rutina habitual —comenzó Christian, intentando sonar neutral—. Va al colegio y a la organización. Nada fuera de lo común. Ha estado más distante de Arthur últimamente, y parece que hay algo que los ha alejado... No he podido descubrir exactamente qué fue lo que pasó, pero algo los distanció. Arthur fue sancionado, lo destituyeron de su puesto de jefe de grupo durante una semana... lo sacaron de algunos proyectos importantes.

Mateo levantó una ceja, claramente intrigado por esa información.

- ¿Arthur? —repitió, saboreando el nombre con desprecio—. Así que al fin ese maldito ha caído... Aunque no es suficiente. ¿Qué más sabes de ellos?

Christian continuó, tratando de mantener su compostura.

- Desde que sancionaron a Arthur, no he visto mucha interacción entre ellos. Ingrid parece haberlo evitado. Hay algo que no sé, Mateo, algo que debe haber pasado antes de todo esto... algo grave. Pero no puedo decirte con exactitud qué es. Lo que sí sé es que Ingrid parece haberse apartado de él por completo.

Mateo se inclinó hacia adelante, sus ojos ardían con intensidad.

- ¿Y está hablando con otros hombres? —preguntó, con una nota de amenaza en su voz.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora