CAP. 86 SOMBRAS DE VERDAD Y CELOS

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Arthur, quien había estado bebiendo en la fiesta para calmar la rabia que lo consumía, había notado la forma en que Ingrid había salido. Aun con el sabor amargo del alcohol en la boca y la furia ardiendo en su pecho, decidió seguirla en silencio. Mantuvo su distancia, caminando sigilosamente por los pasillos, pero lo suficientemente cerca como para no perderlos de vista. Cuando vio a Diego alcanzarla, algo en su interior se encendió como una chispa peligrosa, y los celos comenzaron a apoderarse de él de nuevo. Sin embargo, no dijo nada. Simplemente, se escondió en las sombras, vigilando cada movimiento de ambos.

En la terraza, el viento fresco acariciaba sus rostros, pero el aire no traía alivio alguno. Ingrid se acercó a la barandilla, mirando hacia la ciudad iluminada, pero su mente estaba muy lejos de las luces y el bullicio. Diego permanecía a su lado, observándola en silencio, esperando a que ella hablara cuando estuviera lista.

Finalmente, Ingrid exhaló un suspiro pesado, como si las palabras que llevaba dentro fueran una carga demasiado grande para seguir cargando sola.

- Hablé con Amelia —dijo en un susurro, sin apartar la vista de la ciudad— Todo este tiempo... he estado buscando respuestas, Diego.

El nombre de Amelia pareció congelar el aire entre ellos. Diego sintió que el estómago se le retorcía, y una sombra de dolor cruzó su rostro.

- ¿Qué te dijo? —preguntó, con la voz grave y tensa.

- Ella... —Ingrid tomó aire, sus manos se aferraron a la barandilla como si eso la mantuviera firme— Ella me confesó que te acusó injustamente. Lo hizo porque... estaba enamorada de ti. Pero tú nunca la viste, nunca le diste una oportunidad.

Diego apretó los puños, sintiendo que las palabras de Ingrid eran como cuchillas clavándose en su piel. El dolor era insoportable, pero sabía que debía escucharla, que necesitaba saber toda la verdad, aunque lo destruyera.

- ¿Qué dijo exactamente? —preguntó, con un temblor en la voz.

Ingrid lo miró, sus ojos reflejaban tristeza y comprensión. Sabía que esta conversación era dolorosa para él, pero también sabía que necesitaba enfrentarla.

- Dijo que te acusó de abuso —respondió suavemente— Lo hizo porque no podía soportar que la ignoraras. Quería destruirte, hacerte sufrir porque... para ella, tú eras inalcanzable. Así que inventó esas mentiras. Quería verte caer, porque si no podía tenerte, entonces nadie más debía hacerlo.

Diego sintió que su mundo se tambaleaba. El peso de las palabras de Ingrid era insoportable, y de repente todo el dolor, la frustración y la rabia que había reprimido durante tanto tiempo emergieron como un torrente incontrolable. Golpeó con fuerza la barandilla, el sonido del metal resonó en la terraza, pero eso no hizo nada para aliviar la furia que hervía dentro de él.

- ¡Joder! —gritó, su voz llena de dolor— ¡Me destruyó! Esa mujer me arruinó la vida, Ingrid. ¡Todo era una maldita mentira, y, sin embargo, todo el mundo me vio como un monstruo!

Ingrid lo miraba con el corazón roto. Sabía que no había palabras suficientes para aliviar el dolor de Diego, pero intentó acercarse a él, ofreciéndole el consuelo que tanto necesitaba.

- Lo siento tanto, Diego —dijo en voz baja— No tienes idea de cuánto lamento todo esto. Sé lo que te hicieron, sé lo que perdiste. Pero no fue tu culpa. No puedes seguir cargando con eso.

Diego dejó caer la cabeza, respirando pesadamente mientras las lágrimas finalmente escapaban de sus ojos. Se sentía roto, destrozado por una verdad que llevaba años carcomiéndolo por dentro, sintió una explosión de ira en su pecho, como si un volcán estuviera a punto de hacer erupción. Golpeó con fuerza la barandilla, la frustración y el odio, brotando de él en olas incontrolables.

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