CAP. 90 ECOS DE CRUELDAD: LA FARSA DEL DESAMOR

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Arthur, con una mirada llena de desdén, se acercó aún más, sus palabras se volvían más crueles y directas.

- ¿Sabes qué, Ingrid? —dijo con una voz cargada de desprecio— Pedir disculpas a alguien como tú es ridículo. Eres la clase de persona que se conforma con migajas y se deja maltratar. No mereces nada más que lo peor, porque eso es lo que buscas. Solo eres una mujer que prefiere el dolor a la felicidad, que se deja manipular por los hombres que la maltratan.

Ingrid, con el corazón hecho trizas, trató de absorber el impacto de las palabras de Arthur. El dolor en su pecho era insoportable, y la traición de las palabras de Arthur la dejó completamente devastada.

- ¿Realmente crees eso de mí? —preguntó Ingrid, sus lágrimas fluyendo libremente— ¿Qué soy tan débil que solo busco dolor?

Ingrid, con lágrimas en los ojos y el rostro pálido, estaba atrapada entre el dolor físico y emocional, mientras Arthur la observaba con una mezcla de frialdad y desprecio.

- Eres increíblemente patética, Ingrid —dijo Arthur, su voz cargada de una cruel determinación—. No puedo creer que hayas caído tan fácilmente en mis palabras. ¿Realmente pensaste que el simple hecho de decir "lo siento" iba a borrar todo lo que has pasado? ¿Qué un par de palabras dulces iban a hacer que olvidara lo que eres?

Ingrid intentó responder, pero sus palabras se ahogaron en una mezcla de sollozos y dolor.

- Arthur, por favor... —dijo con la voz quebrada— No entiendo por qué estás siendo así. ¿Por qué me dices estas cosas?

Arthur se acercó aún más, su rostro a escasos centímetros del de Ingrid. La crueldad en sus ojos era evidente, y sus palabras eran como cuchillas afiladas.

- Porque te lo mereces —dijo con frialdad—. Eres una mujer llena de traumas y cicatrices. Has sido abusada, maltratada, y ahora piensas que yo, de alguna manera, podría amar a alguien como tú. Pero déjame aclararte algo: si alguna vez me fijara en ti, sería solo para pasar el rato, para distraerme. Nunca podría estar con una persona tan dañada, tan rota.

Ingrid se tambaleó, sus piernas, apenas sosteniéndola bajo el peso del dolor emocional. Intentó buscar alguna forma de comprender lo que Arthur le decía, pero las palabras eran demasiado crueles para asimilarlas.

- No... no puedes decirme eso —murmuró Ingrid, tratando de mantenerse en pie—. Me dijiste que me amabas, que querías estar conmigo. ¿Todo eso era mentira?

Arthur, con una sonrisa cínica, se rio en voz baja, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer lo fácil que había sido manipularla.

- Claro que era mentira —dijo con desdén— Todo lo que te dije, todas las palabras suaves y los gestos cariñosos, eran solo para hacerte sentir especial. La verdad es que nunca te amé. Solo estaba jugando contigo, haciéndote sentir importante por un momento. Y tú, tan desesperada, tan necesitada de amor y atención, caíste en el juego sin pensar.

Las palabras de Arthur eran como un golpe tras otro. Ingrid sentía que el suelo se desvanecía bajo sus pies, su mente luchando por procesar la cruel realidad que se desplegaba frente a ella.

- ¿Cómo puedes ser tan cruel? —preguntó Ingrid, sus ojos llenos de desesperación—. ¿Cómo puedes decirme que nunca me amaste, que solo eras un juego?

Arthur la miró con una mezcla de frialdad y desprecio, su expresión sin remordimientos.

- Es fácil ser cruel cuando alguien es tan patético como tú —dijo con desdén—. No puedo creer lo fácil que fue manipularte. Te pedí disculpas, te di un beso suave lleno de amor supuestamente y caíste en ello como una tonta. No puedo creer lo patética que eres, Ingrid. Eres tan desesperada que aceptas cualquier cosa, cualquier mentira, siempre y cuando te dé la ilusión de amor.

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