Capítulo 72

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Castigos y pactos

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La opinión popular rebosaba orgullo. Todo había salido perfecto.

Sus padres no demostraron sospecha al momento en que cada uno llegó a su hogar con una sonrisa o aura tranquila. Se limitaron a seguir sus rutinas de entre semana y continuar con su tarde como si no hubiera pasado nada. Los jóvenes disfrutaron de actividades de ocio, sin hacer creer a nadie que estaban a un día de pelear entre ellos, simulando un fantástico concurso de fuerza.
Por separado, aguardaron el momento oportuno para preguntar acerca del permiso para la pijamada, ya fuera por razones de paciencia, técnica o —en el caso de los hermanos— debido a que no estaban seguros del resultado o respuesta que tendrían. Para ellos, aún quedaba una semana del castigo que su madre les había impuesto; si supiera ella que seguían saliendo a sus espaldas y yendo a la Casa Mayor en lugar del instituto, muy probablemente el lapso de tiempo en que serían prisioneros de su propia casa aumentaría hasta la universidad.

Ya que todo el día anterior la pasaron en tensión con tal compañía, decidieron en su jornada escolar darse un descanso de sí mismos como grupo, tomando rumbo con distintas personas que en semanas no habían topado ni por equivocación. Al fin usaban su tiempo para sus otros círculos sociales, en donde durante los primeros cinco minutos, les había costado integrarse ya que desconocían los más recientes chismes, o la situación que los otros vivían. Aún así, lograron acoplarse luego de un poco de contexto informativo.

El sol de la plena hora no se apreciaba en el cielo ni afectaba su rendimiento físico, pues las nubes los protegían de los rayos más peligrosos del día y les permitían llegar a un paso natural a sus hogares. Esperaban un día ventoso, o quizá una tormenta nocturna. De cualquier forma, era tiempo de Zack y Vanessa para enfrentar a su progenitora.
Cuando el quinteto se separó tras caminar unas cuantas calles, los hermanos se dieron un tiempo para planear un discurso y excusas en caso de ser necesario en el marco del futuro convencimiento, sin embargo, la conversación se desvió un tanto cuando mencionaron por cierta razón al trío que vivía en conjunto.

—A veces los envidio —se quejaba la menor de los dos, tomando por momentos agua de su botella —. No tienen que preguntar nada o esperar permisos para salir cuando quieren

—Ya, pero diles algo y te van a contestar igual que mamá.

—"No vamos a comprarlo. Punto final." —imitó Vanessa a Alexander en un día de compras, provocando las risas de ambos.

Dieron la vuelta en la esquina correspondiente, entrando por fin a la calle donde se encontraba su hogar. Sus pasos se hicieron lentos por sí solos hasta detenerse a una puerta de distancia antes de la suya. Acomodaron sus mochilas a sus espaldas, inquietos por la expectación.

—Esto va a salir mal, ¿no?

—Que poca fé —murmuró Zack, aunque por dentro tenía la misma sensación.

Se acercaron hasta pararse en el umbral y abrir la puerta con las llaves del mayor. Escuchaban una voz apagada por las paredes, por lo que ya sabían que ellos debían apresurarse en sus deberes antes de que su madre terminara su reunión. Hablarían durante la comida; sabían de sobra que allí se les uniría.
Subieron a su habitación y dejaron las mochilas junto con algunas prendas. Aunque afuera hacía frío, en casa no era necesario llevar sus abrigos. A continuación volvieron a bajar, entraron a la cocina y comenzaron a preparar lo que ya estaba en el refrigerador listo solo para freir y calentar.

Minutos después, con los platos ya servidos, la mujer de cabello negro salió de su oficina con sus prendas formales por la parte de arriba, mientras que por debajo vestía un pans holgado que servía para no incomodarse. Ella subió a cambiarse. Los hermanos se miraron y asintieron. Zack encendió una muy pequeña flama en su mano, buscando una especie de consuelo no verbal para recordarse los motivos del porqué intentaban.

Experimento CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora