Kurama, al darse cuenta de que no tenía mucho que hacer aparte de robar el chakra del ganado que se iba a sacrificar y dormir, recordó lo que posiblemente sería la solución a su problema de tener un chakra altamente corrosivo: el chakra natural. Era complicado, ya que, a diferencia de los humanos, él, como bestia con cola, fue creado a partir de la energía de las Diez Colas, que literalmente reunía la energía del mundo en un solo ser. "Posiblemente ya poseo energía natural junto con mi chakra," pensó, "pero no soy capaz de verla."
Decidido, usó su habilidad de detección al máximo, intentando percibir la diferencia de energías a su alrededor. Pero antes de comenzar, creó un clon encargado de decirle cuánto tiempo había pasado mientras entrenaba.
Pasaron 2 días, luego 10 días, 5 meses, 2 años, 4 años, 13 años... Finalmente, tras 47 años y 57 años de entrenamiento, abrió los ojos. Lo había logrado: ahora podía ver la diferencia entre los distintos chakras en el aire, aunque apenas. Aún así, continuó trabajando en dominar su percepción del chakra natural.
El tiempo siguió pasando: 2 meses, 3 años, 43 años... hasta que finalmente dominó el chakra natural.
Cuando su clon se deshizo y la información fluyó hacia él, Kurama quedó sorprendido. Durante esos años, la tribu de Kurama y el Clan Uzumaki se habían fusionado perfectamente, creando un nuevo clan llamado Uzukuma, una combinación de "Uzumaki" y "Kurama". Esto realmente lo sorprendió. Los Uzumaki eran conocidos por sus enormes reservas de chakra, pero tenían un control limitado sobre él. Mientras tanto, Kurama siempre liberaba su energía alrededor de la tribu, lo que hizo que los miembros aprendieran a usar el chakra instintivamente para poder moverse cerca de él. Esta simbiosis hizo que ambos clanes se complementaran a la perfección
Kurama, ahora que estaba absorbiendo el chakra natural de su entorno —y cuando decía "entorno", se refería a los 35 kilómetros que lo rodeaban—, utilizaba su técnica: envolver el objetivo con su chakra, corroerlo, refinarlo y luego absorberlo. Claro, usaba su percepción al máximo para evitar absorber el chakra de alguien por accidente, ya que si lo hacía, el sello que Hagoromo le había puesto se activaría y perdería el 5% de su chakra total, algo que para él, en este momento, era inaceptable.
Este proceso duró 9 días, y el Clan Uzukuma estaba confundido. De repente, un viento extraño pasó por ellos. Después de atravesarlos, sentían que se habían vuelto más fuertes, pero el viento desapareció al cabo de unos momentos. Al mirar en la dirección de donde venía, notaron que se dirigía hacia su protector supremo, el señor Kurama, la bestia con cola que, metafóricamente, tapaba la luna y el sol con su inmenso tamaño.
Kurama, tras absorber tanto chakra natural, estaba muy feliz. Sentía que había crecido mucho, y para alguien de 150 metros de altura, sentir que había crecido significaba algo. Entonces comenzó su ritual, uno que realizaba cada tanto tiempo: medir su edad, un pasatiempo que solo alguien tan longevo como él podía tener.
Antes de comenzar su entrenamiento, tenía 426 años. Se había demorado 57 años en percibir el chakra natural y otros 43 años en dominarlo. Sumó los años y, como resultado, ahora tenía 526 años.
Luego, Kurama miró a su alrededor y quedó estupefacto. El coliseo —o mejor dicho, su casa— le quedaba perfecto para su nuevo tamaño. Se dio cuenta de que acababa de absorber chakra natural a 35 kilómetros de distancia, y, obviamente, eso había provocado que creciera.
Como siempre, gritó:
"¡Quiero que me midan mi tamaño en metros!"Tres horas después, escuchó los números que le dieron y se sorprendió: 295 metros de largo y 96 metros de ancho. Si se paraba sobre dos patas, mediría 335 metros de alto. Solo podía pensar una cosa: pura felicidad.
"¿Hashirama? Solo es un tipo que crea ramas. ¿Madara? Sin el Rinnegan, es solo un niño con una espada.Kurama pidió permiso a los miembros de su clan, el Clan Uzukuma, para pasar. Después de todo, no sabía volar y no podía correr por la isla con su inmenso tamaño de 295 metros, ya que destruiría parte de su clan y varias calles en el proceso. Así que, con cuidado, se fue de la aldea.
Según sus cálculos, ahora que tenía 526 años, el templo que estaba buscando ya debía haber sido creado. Recordaba su estructura: una torre de estilo egipcio, o algo parecido, de color rojo.
Tras 10 meses de viaje, en los que recorrió casi todos los lugares donde sospechaba que podría estar, finalmente lo encontró. Las aldeas ninja aún no existían, y por lo tanto, tampoco los mapas del territorio, lo que lo obligó a caminar a ciegas.
Al observar a los humanos —perdón, hormigas, desde su perspectiva—, se dio cuenta de que ser tan grande hacía difícil diferenciar a las criaturas a su alrededor. "¿Cómo se supone que voy a entrar en este templo?" pensó
Bueno, parece que tendré que encogerme," pensó Kurama. Sin embargo, luego se quedó reflexionando: "¡No sé jutsus de transformación! ¡Mejor dicho, en este momento ni siquiera existen los jutsus de transformación!"
Recordó que Hagoromo había creado los Kekkei Genkai, jutsus de elementos, pero ese viejo era un pacifista extremo. Sus jutsus de hielo servían para enfriar agua, y los de fuego, para encender fogatas. Ni mencionar otros. Sin embargo, una vez vio a Hagoromo usar jutsus de rayo para electrocutar a sus hijos, Indra y Ashura, de tal manera que solo sintieran un leve estremecimiento, sin causar heridas.
"Genuinamente, no sé cómo hacer un jutsu de transformación. Estos fueron creados más tarde para engañar e infiltrarse, y yo nunca he aprendido a usar uno," pensaba, algo frustrado
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¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡
FantasySan, un pobre diablo con mala suerte, transmigró al cuerpo de Kurama, pero no a cualquier Kurama, sino al ¡Kurama recién creado! Plácidamente pensó: "Tengo 800 años para fortalecerme y conocer a Hashirama y Madara. Estoy seguro de que podré ¡derrota...