conociendo a Veldanava

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Kurama y Medu caminaban sin rumbo fijo, pues no conocían el lugar. Kurama se dejó caer al suelo con pereza y miró a Medu diciendo con desgano:
—No quiero caminar.

Medu, frustrada, le gritó:
—¡Señor Kurama, tenemos que encontrar un lugar para acomodarnos!

Con arrogancia y pereza, Kurama respondió:
—No tiene sentido. No puedo usar mi habilidad de percepción, y probablemente hay muchos seres poderosos en este momento: desde reyes magos, dragones de alta clase, hasta los espíritus elementales sin conciencia. Quizás la única ciudad sea el Imperio de Veldanava, un ser probablemente un millón de veces más fuerte que nosotros, incluso con todo nuestro poder.

Medu lo miró con sorpresa, y Kurama continuó:
—Veldanava no solo creó un mundo; creó leyes espaciales, la gravedad, y a todas las razas. Y lo hizo por puro aburrimiento. ¿Sabes lo fuerte que tiene que ser alguien capaz de eso?

Kurama, algo abrumado, pensaba que Veldanava tal vez era más fuerte que los ángeles de Dragon Ball. De repente, un rayo azul cayó del cielo frente a ellos, revelando a un enorme dragón azul de cuatro patas, con patas doradas que brillaban intensamente. Su presencia gritaba: "¡Hormigas!" Pero pronto, el aura del dragón se desvaneció hasta desaparecer. Sorprendido, el dragón habló:

—Sentí una energía espacial desconocida

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—Sentí una energía espacial desconocida. Algo que yo no he creado —dijo, mirando fijamente a Kurama y Medu—. Tú, pequeño zorro, tienes 1759 años, y la medusa a tu lado, 397. Seguramente saben más. Dime, ¿de dónde vienen y cómo llegaron aquí?

Kurama tragó saliva. Era obvio quién era: el mismísimo Veldanava. Sin vacilar, respondió:
—Soy Kurama, y ella es Medu, mi compañera. Hemos venido aquí para fortalecernos y, quizás en mil años, conquistar este mundo.

Medu miró a Kurama, completamente asombrada, y sus tentáculos casi se enredaron. "¿Era necesario decir que queríamos conquistar el mundo?", pensó. Veldanava observó a Kurama con cierta sorpresa y dijo:

—Veo que dices la verdad completa. Escucha, puedes hacer lo que quieras, siempre que no destruyas el mundo. —Levantó tres dedos—. Pero hay tres cosas que no puedes hacer: primero, no destruir el mundo. Segundo, no atacar a mis hermanos.

En la mente de Medu y Kurama apareció una imagen clara de los hermanos de Veldanava, tanto en sus formas humanas como en sus formas de dragón. Medu se sintió nerviosa, ya que no sabía cómo esa información había llegado a su mente. Kurama, por otro lado, lo tomó con más calma, pues esperaba algo así de un ser tan poderoso como Veldanava. Finalmente, el dragón dijo:

—Y tercero, si en algún momento muero, no puedes atacar a mis parientes.

Kurama asintió y respondió con solemnidad:
—Juro no romper ninguna de tus reglas.

Veldanava lo corrigió con desdén:
—pero no puedo confiar en que sigas mis reglas.

De repente, una luz celeste envolvió a Kurama y Medu antes de volar hacia el cielo y desaparecer. Veldanava, con cierta sorpresa, comentó:
—Tienen la energía de la señora Ledenia. No puedo hacerles daño directamente, pero si rompen las reglas, no será nada agradable.

Luego, Veldanava tomó forma humana y, de manera despreocupada, dijo:

—Vengan a mi imperio —

y se subió a la espalda de Kurama, quien en ese momento medía solo un metro

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y se subió a la espalda de Kurama, quien en ese momento medía solo un metro.

Kurama lo miró, incrédulo.
—Tu verdadera forma mide 9210 metros —dijo Veldanava con indiferencia—. Puedo verlo. Agrándate.

Kurama quedó atónito, ya que ni él sabía que cuanto había crecido tras recibir las recompensas del sistema. Suspiró y se transformó en un zorro de 80 metros de altura, mientras Medu, incómoda, se acomodaba en su cabeza.

Después de un tiempo, llegaron a una ciudad que no era ni fea ni bonita. Antes de entrar, Kurama se encogió hasta los dos metros de altura, y Veldanava señaló una torre con hechizos avanzados. Aunque su señalización fue vaga, inmediatamente llegó a sus mentes la ubicación exacta de la torre.

Kurama y Medu se dirigieron hacia allí. Al llegar, una chica con orejas de zorro les abrió la puerta, mirando a Kurama con desdén.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Kurama, algo sorprendido.

La chica zorro respondió sin rodeos:
—Todos los animales con poder mágico en esta ciudad saben magia de metamorfosis y prefieren ir en su forma humana.

Kurama recordó a los hombres gato y hombres lagarto que había visto en la ciudad. En efecto, todos estaban en forma humana. "¿Es por el hechizo de metamorfosis?", pensó. A pesar de la sorpresa, pidió acceso a la biblioteca, pero le advirtieron que tuviera cuidado de no dañar los libros.

Medu, siendo más despreocupada, preguntó telepáticamente:
—¿Aquí dan de comer?

—Sí, pero, ¿puedes pagar? —respondió la chica zorro.

Medu se quedó en silencio por un momento y se fue con Kurama. Aunque tenía una personalidad energética, no quería admitir que no tenía dinero.

En la sección de libros mágicos que les había indicado Veldanava, Kurama y Medu empezaron a leer. Para seres que podían moverse a la velocidad de la luz, leer era bastante fácil. Kurama suspiró al ver la cantidad de libros que había por leer.

—Son demasiados —dijo Medu, mientras Kurama seguía pasando páginas rápidamente.

—Medu usará su telepatía para escanear los libros —dijo de repente, levantando sus tentáculos, que empezaron a brillar.

En solo tres minutos, Medu había comprendido el contenido de todos los libros. Kurama, quien ya había leído treinta libros de trescientas páginas, se quedó sin palabras y solo pudo suspirar, resignado.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora