viajando por el mundo mágico

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Al día siguiente, Kurama y Medu empacaron todos los objetos que habían comprado durante la semana. Con la ayuda de un anillo espacial que les había costado 1500 monedas de oro, se prepararon para partir. Ya habían revisado todos los libros de magia en la ciudad y no tenían nada más que hacer allí. Así que, emprendieron su viaje fuera de la ciudad.

Mientras caminaban, Edgar comentó:
"¿Somos forajidos solitarios, como el Gato con Botas?"

Kurama lo refutó de inmediato:
"¿Por qué seríamos forajidos? Ni siquiera nos persiguen."
Medu añadió:
"Y aún no hemos golpeado a nadie."
Kurama asintió de acuerdo.

Edgar, entusiasmado, propuso:
"¿A dónde vamos ahora? ¡Matemos monstruos! Quiero subir mi experiencia y evolucionar."
Kurama y Medu lo ignoraron al unísono.

Kurama, mirando a Medu, dijo:
"Quiero que vayamos a la ciudad de los enanos para aprender herrería."
Medu, algo confundida, preguntó:
"¿De qué nos servirá aprender eso?"

Kurama respondió sin vacilar:
"Quizás para crear armas para nuestro futuro imperio."
Medu, recordando que tanto ella como Kurama planeaban conquistar el mundo, se quejó enfadada:
"¡Aún no puedo creer que el señor Kurama le dijo a Veldanava que íbamos a conquistar el mundo!"
Kurama, sin inmutarse, replicó:
"No me atrevo a mentirle a alguien 100 veces más fuerte que yo."

Siguieron su camino mientras Edgar soltaba chistes malos que solo Kurama entendía.

"¿Sabes cómo llora el Chavo del 8 matemático? 3.14, 3.14, 3.14... π."

Kurama casi tropezó con el pésimo chiste, pero no se rió. Edgar, intentando cambiar de tema, preguntó:
"Oye, señor Kurama, ¿crees que las praderas crezcan de esa cosa roja rizada?"

Kurama, sintiendo un doble sentido en el comentario, miró a Medu, quien era completamente plana, y respondió:
"Esas praderas tienen más de 400 años... no creo que crezcan."

Medu, sin entender, preguntó curiosa:
"¿Cómo sabes cuántos años tiene la pradera?"
Kurama fingió no entender mientras miraba al cielo, seguido por Edgar. Continuaron caminando, encontrándose de vez en cuando con criaturas extrañas: ciervos con alas en las patas, tigres alados y cocodrilos gigantes que Kurama, por un momento, confundió con serpientes.

Finalmente, llegaron a un bosque inmenso. Aunque a Kurama le parecía enorme en su forma humana, sabían que podían recorrerlo rápidamente. Activaron su hechizo de percepción y detectaron numerosos seres mágicos a su alrededor. Después de un tiempo, se encontraron con lo que parecía ser una ciudad habitada por elfos. Los elfos los observaron con cierto desprecio.

Kurama levantó las manos en señal de paz, desactivó su hechizo de metamorfosis y volvió a su forma original de zorro. Medu hizo lo mismo. Kurama, viendo la ropa que se había quedado en el suelo, suspiró y la guardó en el anillo espacial. Miró a los elfos y se sorprendió por su dominio de la energía. Con su inquebrantable deseo de fortalecerse, pidió aprender sus conocimientos mágicos, pero los elfos se negaron.

Suspirando, Kurama dijo:
"Si no es por las buenas, será por las malas."

Creció hasta alcanzar 10.000 metros de altura y rugió con fuerza:
"¡Denme todos sus conocimientos mágicos o mueran!"

Rápidamente, los elfos entregaron pergaminos hechos de maleza refinada. Kurama pasó las siguientes 9 horas estudiando sus técnicas de control de energía mágica, un desafío incluso para él, un ser de energía pura. El hecho de que le costara aprender algo relacionado con energía lo sorprendía.

Medu, por su parte, también estudió los pergaminos y tardó solo 4 horas en dominar las técnicas, lo cual frustró a Kurama. Aun así, al terminar, usó poderosos hechizos para mejorar la calidad de las plantas en el bosque como muestra de gratitud, y luego se fueron.

Mientras continuaban su viaje, Kurama volvió a su forma humana y notó una extraña sensación, como si su propia energía lo estuviera observando. Confundido, miró a su alrededor pero no vio nada.

Medu, notando su desconcierto, preguntó:
"¿Qué le pasa al señor Kurama?"
Kurama le explicó lo que había sentido. Edgar, burlón, añadió:
"¿Qué crees? ¿Que hay alguien con tu misma energía espiándote?"

Kurama suspiró, pero tuvo que admitir que lo que Edgar decía tenía sentido.
"¿Cómo podría haber otro ser como yo?", pensó.

Luego, mirando a Medu, le tomó las mejillas y le dijo:
"¿Podrías sonreír?"
Medu, con su habitual voz alegre, respondió:
"Señor Kurama, no sé cómo cambiar mis expresiones. ¡Recuerde, soy una medusa!"

Kurama asintió, entonces intentó enseñarle a mover sus labios y mejillas para sonreír, pero cada intento solo provocaba las carcajadas de Edgar, mientras Medu hacía caras raras. Tras una semana a este ritmo, finalmente llegaron a la ciudad de los enanos, mas conocida como la ciudad de los herreros.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora