batalla caótica

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Kurama observaba el caos desde la mente del general, sorprendido por la magnitud del poder que se desplegaba ante él. Piratas y soldados luchaban ferozmente contra criaturas marinas, las cuales, según lo que Kurama recordaba vagamente, estaban conectadas con las armas ancestrales del Reino Antiguo. Sabía que estas armas se llamaban Urano, Plutón y una tercera que no podía recordar. Sin embargo, en ese momento, no le importaba demasiado. Su única preocupación era aprovechar la situación para fortalecerse.

—¡Vamos, ataca! —gritó con ferocidad, mientras el general seguía sus órdenes.

Kurama prestaba su poder al general, cubriéndolo con sus llamas de la Mera Mera no Mi. A través de esas llamas, Kurama absorbía todo el haki que podía de los seres cercanos, incluyendo criaturas marinas y enemigos en plena batalla. Mientras las llamas envolvían a las criaturas, Kurama reía con un aire de arrogancia.

—¡Sí, fortalézcanme, criaturas! —se burlaba, sabiendo que cada pedazo de haki absorbido lo hacía más fuerte.

De repente, un gigantesco carámbano de hielo fue lanzado directamente hacia una enorme ciudad en la distancia. Era un ataque directo al Reino Antiguo, el lugar de origen de las armas ancestrales y donde la gente de Wano, guardianes de los Poneglyphs —las piedras indestructibles—, vivía en secreto. Kurama, que hasta entonces había estado concentrado en la batalla y en absorber haki, se sorprendió al ver una energía morada gigantesca salir de la ciudad.

—¿Qué es esto...? —pensó, mientras la energía destruía el carámbano de hielo en un instante, desintegrando su amenaza antes de que pudiera impactar.

Desde la ciudad, miles de guerreros emergieron, cada uno empuñando armas que brillaban con una fuerza antigua y desconocida. Era la respuesta del Reino Antiguo, que finalmente mostraba su verdadero poder. Los guerreros se lanzaron en masa hacia las 20 Familias, que habían iniciado el ataque, y lo que siguió fue una batalla titánica, tanto en el mar como en la tierra.

Kurama observaba con fascinación cómo los combatientes del Reino Antiguo se enfrentaban a los poderosos líderes de las 20 Familias. A pesar de ser uno de los seres más poderosos en su antiguo mundo, no podía evitar sentirse impresionado ante la escala de poder que presenciaba. Mientras el combate seguía, las criaturas marinas luchaban desesperadamente, y Kurama no perdía tiempo en seguir absorbiendo cada fragmento de haki que pudiera aprovechar.

—Esta batalla... —murmuró con una sonrisa oscura—. Esta guerra será mía

Después de varias peleas, el general, agotado y herido, se sentó en el suelo, respirando con dificultad

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Después de varias peleas, el general, agotado y herido, se sentó en el suelo, respirando con dificultad. —No puedo más, señor Kurama —dijo, jadeando.

Kurama, desde su espacio mental, frunció el ceño. Aunque el general había hecho un trabajo excepcional, no expresó reproches. En lugar de eso, dijo con calma: —Ve a curarte. Esta batalla aún tiene para largo.

Pasaron dos semanas completas de intensos enfrentamientos. Kurama, inmerso en sus pensamientos, comenzó a reírse a carcajadas al sentir cómo su poder se fortalecía. Había absorbido una gran cantidad de haki, lo que lo hacía más fuerte con cada día que pasaba. El general, por su parte, también se sentía satisfecho con su desempeño, aunque no podía evitar una sombra de tristeza en su interior. Había perdido a tres amigos en el campo de batalla, pero, como soldado, debía continuar.

Saltó de nuevo al barco y regresó al combate, destruyendo y arrasando a sus enemigos con renovada energía. Mientras tanto, Kurama observaba todo desde lo lejos, alimentándose del haki que emanaba de los enfrentamientos. Sin embargo, de repente, algo captó su atención: a lo lejos, vio un gigantesco carámbano de hielo dirigiéndose hacia el castillo del Reino Antiguo. No era como los anteriores, este carámbano era diez veces más grande que Kurama en su forma máxima. Un colosal bloque de 13 kilómetros de hielo.

La ciudad, al percatarse del peligro, lanzó tres rayos morados que impactaron contra el carámbano, desintegrándolo al instante. Sin embargo, los fragmentos restantes chocaron violentamente contra la entrada del castillo, destruyéndola.

De repente, una voz resonó por todo el campo de batalla, una voz que Kurama reconoció al instante. Era Tiwin, el Rey de Hielo, un líder cuya presencia había dejado una profunda impresión en él años atrás. —¡Defensas enemigas destruidas! ¡Ataquen con todo! —gritó Tiwin con autoridad.

Con ese grito de guerra, todos los soldados y piratas redoblaron sus esfuerzos, lanzándose al ataque con una ferocidad renovada. Tiwin, acompañado de otras 19 personas que Kurama asumió eran los otros Reyes, avanzó implacablemente. Eran los mismos que habían intentado capturar a Kurama, pero en ese momento, no le importaba. Su única preocupación era seguir suministrando energía al general para que continuara luchando.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora