una mascota arrogante

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Saitama miró al zorro gigante que dormía plácidamente en su cama. Estaba confundido, pero no del todo sorprendido.

—¿Qué pasa con este zorro? —se preguntaba.

Un día estaba luchando contra un cangrejo mitad humano y ahora tenía a un zorro que, en solo tres días, se había hecho tan cómodo en su hogar que ocupaba la cama entera. Kurama, la criatura en cuestión, roncaba ligeramente, como si ser la mascota del hombre más fuerte del mundo fuera lo más normal del universo.

—Bueno, supongo que desde ahora será mi mascota —refunfuñó Saitama, un poco molesto por tener "otra boca que alimentar", aunque, curiosamente, nunca había visto al zorro comer nada.

Sin pensar más en eso, fue a entrenar.

Mientras tanto, Kurama, aún acurrucado en la cama, pensaba en los últimos días. Después de que Saitama derrotó al Hombre Cangrejo, lo había seguido hasta su hogar, colándose sin ningún problema en la pequeña y modesta casa. Al observar al calvo con su percepción de chakra, no podía dejar de preguntarse:

—¿Cómo es que este tipo no ha muerto todavía?

Desde su percepción, podía ver a Saitama haciendo cosas completamente absurdas: 1,500 sentadillas, 1,500 abdominales, 1,500 lagartijas y correr 150 kilómetros. ¡Todos los días! Para Kurama, el entrenamiento era 15 veces más duro que el del Saitama original. Eso explicaba por qué este Saitama era 15 veces más fuerte que el de la línea original.

—¿Y si hago que Saitama haga 20,000 sentadillas y abdominales, y le pido que corra 500 kilómetros? —pensó Kurama, antes de abandonarlo rápidamente por puro pánico. Saitama podría destruir el mundo con ese tipo de entrenamiento.

En ese momento, Medu, la pequeña medusa roja, apareció flotando hacia Kurama con entusiasmo.

—¡Señor Kurama, ya soy la reina del mar! —anunció telepáticamente con su habitual emoción.

Kurama, atónito, exclamó: —¿¡Cómo!? ¡Solo han pasado tres días!

—¡Simplemente crecí a mi tamaño máximo y grité como el Señor Kurama haría! —respondió Medu con naturalidad. Una voz telepática resonó en la mente de todos los seres acuáticos cercanos: "¡Ríndanse ante mí, la Medusa de Sangre, o mueran!". Y bueno, se rindieron.

Kurama se quedó sin palabras, pero luego, sintiendo un inexplicable orgullo, carraspeó para aclararse la garganta.

—Medu es mi compañera de equipo, creada de mi sangre. Su poder es mi poder, —se dijo a sí mismo, en un intento de justificar lo rápido que se fortalecía su "creación".

Con un suspiro cansado, Kurama estaba abrumado. Tener trabajadores tan capaces era... problemático. Miró a Medu, que lo observaba con reverencia, esperando su próxima orden, y se sintió resignado.

—Escucha, Medu, —le dijo finalmente, con tono serio—. Nosotros, los seres fuertes, no podemos depender de los demás. Nunca aceptes el poder de otro porque podrían intentar usarte.

Medu, admirada, asintió telepáticamente: —El Señor Kurama es muy sabio.

Kurama se agachó y le pidió:

—Ahora, dame el 20% de tu energía total.

Medu, aunque confundida, lo hizo. Pero algo no cuadraba en su mente. ¿No acaba de decirme que no debía aceptar el poder de otro?

Kurama, avergonzado, fingió desinterés y cambió rápidamente de tema, llevando a Medu de vuelta a la casa de Saitama.

Con su energía, Kurama abrió la puerta de un golpe. Saitama, que estaba tirado en el suelo, jadeando tras su entrenamiento, levantó la mirada y vio entrar al zorro gigante de siempre, con una linda medusa roja en la cabeza.

Kurama subió a la cama, cerró la puerta de una patada, y se acurrucó junto a la pequeña Medu, abrazándola como si fuera una almohada. En cuestión de segundos, ambos estaban profundamente dormidos.

Saitama, que apenas podía creer lo que veía, pensó:

¿Qué mascota más arrogante tengo?

Miro el techo, sabiendo que no podía permitirse encender la calefacción y, como era costumbre, se quedó dormido con frío.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora