El izuku diferente

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Kurama y Medu estaban sellados en el cuerpo de Izuku. Kurama suspiraba, frustrado; después de apenas cinco años de libertad, aquí estaba de nuevo, atrapado en otro sello. Intentó calcular su edad para distraerse: 3,638 años, más los cinco años en los que esperó a que Rimuru alcanzara el estado de dios, así que ya sumaba 3,643 años. Conversaba con Medu sobre la vida de Izuku y compartían opiniones, aunque la monotonía los tenía aburridos, hasta que un día todo cambió.

Un niño de apenas cinco años, Izuku creó un hueso azul desde el suelo, y Kurama se sorprendió. "¿No que Midoriya no tenía Quirk?" se preguntó. Y mientras observaba más, notó algo distinto en este pequeño: era vengativo, determinado y mucho más valiente de lo que recordaba. Todo esto influenció mucho los eventos de la línea original: cuando otros niños lo molestaban, Izuku sacaba uno de sus huesos y, aunque no lastimaba a nadie, lograba mantenerlos alejados. Claro, usar Quirks fuera de la escuela estaba prohibido, pero a nadie parecía importarle mucho. Esto irritaba a Kurama. Por muy arrogante que fuera, nunca molestaba a los más débiles. Ver que niños acosaban a otros le daba ganas de aparecerse en casa de esos padres y gritarles: "¡Eduquen a sus hijos, pedazo de basura!" Pero estaba atrapado en el sello y solo pudo suspirar.

Mientras tanto, se enteraba de las novedades del mundo a través de los ojos de Izuku. Un día, en una noticia, vio a dos personas familiares: un chico rubio de quince años y a Edgar, quien parecía no haber cambiado nada y ahora era amigo cercano del otro. Edgar chasqueó los dedos y, en un tono desafiante, exclamó, "¡Sácate las zapatillas altiro!" Solo para que Naruto le diera un golpe en la cabeza, disculpándose en su nombre. Kurama rió a carcajadas; la escena le pareció divertidísima.

Tiempo después, Izuku tuvo su primer encuentro con ellos en un sueño. Cuando entró en el espacio sellado y se encontró con una Medusa de casi diecisiete kilómetros junto a un zorro de catorce, no reaccionó muy bien. Aunque en su forma normal Kurama solo medía un metro y Medu unos cinco centímetros, decidieron adoptar sus tamaños reales, y el pobre Izuku, del susto, gritó y hasta logró teletransportarse del miedo.

Desde entonces, la vida se volvió un poco menos monótona. Al ver que Izuku no mejoraba sus habilidades, Kurama le preguntó una vez: "¿Por qué no mejoras tu poder?" A lo que el chico respondió que no lo creía necesario. Kurama respetó su decisión; al fin y al cabo, Izuku tenía derecho a hacer lo que quisiera. A los catorce años, Izuku era un chico relajado, amistoso y vengativo, además de buen amigo. Mientras tanto, Bakugo había formado su propio grupo de matones. Verlo en acción ponía a Kurama de mal humor. "¡Izuku, golpéalo a ese engreído!" refunfuñaba, mientras Medu lo miraba con una gota de sudor imaginaria, pensando: "Pero si ese chico es igualito al señor Kurama." Kurama la miró de reojo, ofendido. "¡Yo no voy diciendo 'muere' a cada paso!" Aunque en su mente, Medu recordaba todas las amenazas que él había hecho a los elfos, a los hombres lagarto y hasta a Luminous, y prefirió guardar silencio.

Kurama, notando la falta de respuesta de Medu, comenzó a recordar esos momentos y gritó, "¡Oye, yo no golpeo a cualquiera, solo amenazo!" Y como si la vida le jugara en contra, Bakugo también soltó una amenaza, sin llegar a golpear a nadie. Kurama quedó pasmado, con los ojos húmedos, y miró a Medu, susurrando: "¿Soy así de insoportable?" Medu, viendo a Kurama casi a punto de llorar, lo abrazó en silencio.

Kurama, llorando como nunca, juró que no volvería a ser así. Con determinación, se creó a sí mismo un sello que le restaría el 3% de su poder cada vez que actuara de esa forma. Medu quedó impactada: ver a Kurama, alguien que valoraba tanto su fuerza, imponerse una limitación era la prueba de que realmente quería cambiar.

Mientras tanto, Izuku anunció que quería convertirse en héroe. Su razón era bastante más sencilla y menos heroica que en la línea original: lo hacía por dinero.

Un día, de regreso a casa, Izuku fue atacado por un villano de slime. Kurama, al verlo, sintió una mezcla de repulsión y nostalgia; aquel ser no tenía ni de cerca la gracia del redondo Rimuru. Izuku hizo aparecer huesos azules y, sorprendido, vio que su ataque hacía daño al villano. Hasta ese momento, creía que su Quirk solo le permitiría encerrar a sus oponentes en cárceles de hueso, pero ver el impacto real de su ataque lo hizo cambiar de opinión. Apuntó el dedo, y de la nada apareció una calavera ósea que disparó un rayo contra el slime, haciéndolo gritar de dolor. Pero antes de que pudiera procesarlo, escuchó una voz detrás de él.

All Might, el héroe número uno, apareció y, con una sonrisa, le dio una palmada en la cabeza en señal de agradecimiento por haber retrasado al villano. Luego, con un movimiento que Izuku apenas alcanzó a ver, atrapó al slime en una botella y desapareció de un salto.

Más tarde, Kurama llamó a Izuku al espacio mental. Estaba empezando a entenderlo todo: el chico tenía las habilidades de Sans, pero no sus recuerdos. Sin embargo, eso no era lo más urgente. Así que le explicó los poderes que debía desarrollar y le habló del poder del karma: cuanto más malvado fuera su oponente, más daño causaban sus ataques. Izuku, en tono juguetón, apuntó a Kurama, pero sus ataques no surtieron efecto. Kurama lo miró, ofendido: "¿Qué haces, mocoso? ¡Yo soy una buena persona, ¿sabes?!"

De esta manera, Izuku descubrió sus habilidades de manipulación de objetos y los famosos gaster blasters.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora