la reencarnación de un esqueleto y el regreso de la maldad

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Lo vi de nuevo. Ese humano. Lo odiaba. Al principio, intentaba ser nuestro amigo, ayudó al subsuelo... pero luego cambió. Inició la ruta genocida. Lo enfrenté múltiples veces, en la misma línea de tiempo, y cada vez me volvía polvo, solo para despertar en Snowdin, en casa, viendo a mi hermano Papyrus cocinar el mismo espagueti que terminaría congelado.

No quería esto. Estaba furioso; quería justicia. Pero, una y otra vez, veía a mi hermano caer al suelo sin poder hacer nada. El humano no había cometido los suficientes pecados para que mi habilidad de Retribución Kármica lo afectara, así que mis ataques no le hacían daño. Solo podía esperarlo en el castillo, el lugar donde mis poderes alcanzaban su punto máximo. No porque quisiera, sino porque no había otra opción.

La batalla comenzó, y estaba decidido a ganar. Mi ojo, normalmente apagado, se iluminó. Luché como nunca, creando nuevos patrones de ataque. Creía que lo había vencido al menos dieciocho veces, pero él regresaba. ¡Ese maldito regresaba cada vez, revitalizado! Mi determinación comenzaba a flaquear.

Esto sucedió dos veces más.

En casa, confundido y abatido, miré a mi hermano y le pregunté en un susurro: "Hermano... dime, ¿cuál crees que es la cualidad más importante que alguien puede tener?"

Papyrus me miró, quizás notando mi estado de ánimo. Sonrió, intentando animarme, y gritó: "¡Valentía y determinación, hermano! ¡Esas dos cosas llevan a cualquier monstruo al éxito!"

Sus palabras iluminaron mis pensamientos. Miré a Papyrus con renovado ánimo y lo abracé. "Gracias, hermano." Sin decir más, me fui, sintiendo una determinación que nunca había experimentado.

Llegué a la sala del rey y lo vi, pero no le presté atención. Asgore me preguntó qué hacía allí; después de todo, soy bastante famoso en el subsuelo, y mi buzón de cartas lo demuestra. Pero lo ignoré y continué. Al llegar a la cámara subterránea, vi las seis almas humanas, y supe que no podría vencer a Frisk con ellas. Necesitaba una en especial. Me acerqué al alma naranja, el alma de la valentía. La toqué y le transmití mis recuerdos. Mirándola con determinación, le dije en un tono resonante: "Ayúdame... ¡ayúdame a que este no sea el final!"

Me fusioné con el alma. No estaba simplemente usando su poder; nuestras almas se habían fusionado. Ahora estaba listo para pelear con la valentía y determinación de un monstruo que deseaba justicia.

Finalmente, el humano apareció. Ese ser malvado y astuto. Esta vez, lo derrotaría.

La pelea fue intensa. Cada vez que el humano reseteaba, yo lo notaba y cambiaba mis patrones de ataque. Mi determinación era inquebrantable, y mi valentía me impulsaba a arriesgarme, a no dejar que ganara. Peleamos una y otra vez. Esta vez, no le permitiría ganar.

Finalmente, vi una pantalla flotante: la determinación del humano se debilitaba, mientras la mía aumentaba

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Finalmente, vi una pantalla flotante: la determinación del humano se debilitaba, mientras la mía aumentaba. Era el momento. Lo derroté una y otra vez, hasta que obtuve el control. Ahora, mi determinación era la más fuerte del subsuelo. Derroté al humano, y él ya no pudo volver.

Con felicidad, apreté el botón de reiniciar... pero nada cambió. Confundido, observé el panel, y el mensaje en pantalla casi me hizo enloquecer.

"No puedes retroceder más. Este momento es el límite. Ahora eres el único con el poder."

Me desplomé, con mi determinación rota y mi valentía desvanecida. Lágrimas escapaban de mi alma. No volvería a ver a Papyrus, no volvería a contarle mis malos chistes a Toriel. Ya no habría nadie con quien compartir un ketchup... no quedaba nadie.

Miré el techo reluciente, confundido. ¿Qué haré ahora? ¿Debería usar las almas humanas para destruir la barrera y salir a empezar una nueva vida? Sin más, comencé a llorar. Lloré como nunca antes. Había ganado... pero lo había perdido todo.

"Tranquilo, muchachito. Ellos están bien, comenzando sus nuevas vidas."

Levanté la mirada. Allí, en medio del pasillo, estaba una anciana de cabello amarillo y ropa morada. Me observaba con ternura. Alzó la mano y su cabello cambió a blanco. "Tranquilo, pequeño. No soy humana."

"¿Quieres empezar de nuevo?", preguntó suavemente

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"¿Quieres empezar de nuevo?", preguntó suavemente. "¿Te gustaría vivir una vida alegre en un mundo donde nadie pueda hacerte lo que te hizo ese chico? Solo toma la sopa."

Miré la sopa, inseguro. La sola presencia de la anciana me hacía sentir precaución.

Ella sonrió y añadió: ¿Qué tienes que perder?

Sus palabras hicieron eco en mi mente. Sí... ¿Qué tenía que perder? Tomé la sopa y la bebí. En un instante, mi visión se nubló y caí al suelo. Sentí cómo mi alma abandonaba mi cuerpo, y la anciana la sostuvo con delicadeza.

-Ve y vive una vida feliz, pequeño esqueleto.

En un hospital, una mujer de cabello verde sostuvo a su recién nacido, mientras un alma azul y amarilla se infundía en el bebé.

En un espacio oscuro, una medusa blanca observaba con preocupación a un zorro blanco inmóvil.

—¡Amo Kurama, ya llevo tres meses curándolo! ¡Por favor, despierte! —suplicó.

Pero no ocurrió nada. Pasaron unos cincuenta años en ese vacío sombrío hasta que, finalmente, el zorro abrió los ojos y miró a la medusa que lo había estado sanando todo ese tiempo.

—¿Por qué? —preguntó con la voz apenas perceptible.

La medusa no respondió, y el zorro volvió a preguntar, esta vez con algo de enojo:

—¿Por qué sigues aquí? ¡Claramente te traté horrible! ¡Podrías haberte quedado con ellos!

La medusa, al borde de las lágrimas, gritó:

—¡Porque lo necesito! He pasado toda mi vida sirviéndole... no quiero un cambio tan repentino.

Kurama la miró, confundido, y luego, con afecto inesperado, acarició su cabeza.

—Vamos al siguiente mundo... mi reina.

La medusa soltó un grito de alegría y, feliz, se lanzó hacia él. Luego, sin dudar, abrió un portal y ambos lo atravesaron juntos.

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora