despedida del general

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Luego de que Tiwin y los otros Reyes entraron al castillo, varias voces resonaron en el aire: —¡Mi civilización puede ser derrotada, pero nunca extinguida! ¡Mis Poneglyphs se encargarán de eso!

En un instante, múltiples luces comenzaron a volar en todas direcciones. Kurama reconoció lo que eran: los Poneglyphs, las piedras indestructibles que contenían la información vital sobre el Reino Antiguo. Al recordar el poder del rayo morado que casi destruyó el carámbano de hielo, un escalofrío recorrió su cuerpo. No podía permitir que nadie recuperara esos Poneglyphs. No permitiría que una amenaza como esa permaneciera en este mundo.

—Parece que ya no es necesario que pelees, general. Ya hemos salido victoriosos —dijo Kurama con calma.

El general, al escuchar esto, dejó de luchar. Luego de la victoria, una celebración masiva comenzó y duró dos largos meses.

Pasaron 20 años. El general, aunque más viejo, aún parecía un hombre de mediana edad. A sus 70 años, su aspecto era fuerte y saludable, gracias a la longevidad común de los humanos en este mundo, que les permitía vivir hasta los 140 años. Sin embargo, lo que nadie sabía era que el verdadero ser detrás del general no era otro que Kurama, quien ya contaba con más de 900 años.

Un día, mientras meditaba, Kurama cayó en una profunda depresión. Se dio cuenta de algo aterrador: no sabía cuántos años tenía exactamente. Al darse cuenta de este "fallo", se retiró a una esquina de su espacio mental y comenzó a llorar como un niño. El soldado, tras regresar de la celebración, entró al espacio mental y lo vio llorando, pero decidió no entrometerse y se fue sin decir nada.

Kurama pasó dos horas llorando por no saber su edad y, lo peor, por haber fallado en su ritual sagrado de contar los años con precisión. Pero luego, con un destello de claridad, comenzó a hacer cálculos. "Cuando conocí a Naruto tenía 908 años", pensó. "Pasaron 5 años mientras mejoraba mis habilidades, 6 más en diversas misiones, y otros 3 años en completar tareas para posterior mente estos 20 años." Finalmente, su respuesta apareció con total claridad: tenía 941 años.

Kurama comenzó a reírse, aliviado de que no había fallado en su ritual sagrado. El soldado, curioso por el repentino cambio, volvió a entrar en el espacio mental y vio a Kurama riendo de manera inesperada. Se quedó en silencio, confundido, y pensó: "¿No es este señor un poco bipolar?"

  Con el paso de los años, el general fue generosamente recompensado por sus hazañas en la batalla. Un día, Kurama decidió despedirse de él. Mientras caminaba por un tranquilo sendero, miraba su pequeña apariencia y reflexionaba: "¿Podré volver a mi tamaño gigante?". Aún no comprendía completamente el poder de la mujer que lo había encogido. Era una habilidad misteriosa, quizá derivada de una Fruta del Diablo, pero nunca había visto algo así en el anime que recordaba de su vida pasada.

Dejando a un lado esa preocupación, Kurama sonrió al recordar la cara del general cuando le dijo que se iba. Estaba seguro de que el general temía que lo atara y lo absorbiera, tal como habían acordado inicialmente. Según su trato, después de alcanzar un alto estatus y poder, el general debía permitir que Kurama lo absorbiera. Sin embargo, después de absorber tanto haki de soldados y bestias marinas, Kurama había perdido el interés en el general. Ya no lo necesitaba y, en un acto que él mismo consideraba magnánimo, lo dejó ser.

Kurama continuó su vida en solitario, entrenando durante 60 años en bosques y desiertos, perfeccionando sus habilidades de haki de observación y armadura. Con su experiencia y dedicación, su poder creció exponencialmente. A sus 1001 años, escuchó una noticia que sacudió su rutina: se había formado una nueva organización, conocida como el Gobierno Mundial


¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora