las ciudades desaparecidas

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Kurama despertó con calma, sus ojos se entrecerraron mientras trataba de recordar cómo había terminado durmiendo entre las ramas de un árbol. Miró sus manos, aún algo confuso. Los recuerdos lentamente regresaron: había celebrado su cumpleaños y, con una sonrisa humilde, le había pedido a Luminous cerveza. ¿Qué podría pasarle? Después de todo, aunque estaba en su forma humana, su verdadero ser era un zorro de 12 kilómetros. ¿Qué clase de bebida podría emborracharlo? Pensó confiado.

Para su sorpresa, después de siete horas, comenzó a marearse. Las cosas se complicaron cuando, en su estado, empezó a coquetear. Kurama, un ser de 1,843 años, había terminado ligando con las sirvientas del castillo. ¿Cómo había llegado a eso? Justo cuando parecía que una de ellas caía en su encanto, Medu apareció y, sin previo aviso, lo electrificó, enviándolo volando.

Ahora lo entendía. Ese era el resultado. No solo había sido lanzado a un árbol, sino que incluso la habilidad de Edgar, que usualmente reprimía su arrogancia, no había sido necesaria. Si no fuera porque Luminous había dado órdenes de que ninguna sirvienta aceptara su cortejo, probablemente seguiría persiguiéndolas por todo el castillo.

Después de bajar del árbol y encontrarse con Edgar, este lo miró con una sonrisa.

—¡Hermano, eres increíble para ligar! —exclamó con entusiasmo—. Si no fuera por Luminous, te habrías llevado a la mitad de las sirvientas a tu cama.

Kurama se sonrojó, pero rápidamente recuperó la compostura, poniéndose la máscara de arrogancia que tanto lo caracterizaba.

—Lo sé, lo sé —dijo con tono petulante.

Momentos después, Medu apareció. Sin preámbulos, dijo:

—Señor Kurama, debemos continuar nuestro viaje.

Kurama, aún recuperándose de la resaca, frunció el ceño.

—¿Pero si solo he dominado el 97% de la magia vampírica en estos 38 años? ¿Por qué irnos ahora?

Medu, estirándose con un aire despreocupado, mostrando que una mesa era menos plana que ella explicó:

—Varias ciudades están desapareciendo, y Luminous quiere que investiguemos.

Kurama asintió, sin estar demasiado interesado en quedarse más tiempo en el castillo, donde su reciente comportamiento de borrachera no lo dejaba mantener su preciada arrogancia intacta. Tomó el mapa y partieron en busca de pistas sobre las ciudades desaparecidas.


Mientras tanto, en otro lugar, un gran zorro blanco se reía a carcajadas mientras accidentalmente pisaba a una medusa. Al darse cuenta de lo que había hecho, se detuvo abruptamente, alarmado.

—¡Medu! ¿Estás bien?

La medusa, con una voz servil, respondió:

—Señor Kurama, creo que me estoy muriendo...

Rápidamente, el zorro blanco utilizó su magia de vida sobre ella, permitiendo que se regenerara. Aliviado, la acarició, pero luego, sin previo aviso, lanzó un rayo que la quemó parcialmente. La medusa, adolorida y confundida, preguntó:

—¿Qué hice mal?

Kurama, con una sonrisa cruel, respondió:

—Simplemente me preocupaste demasiado.

Mientras la medusa continuaba su regeneración, le preguntó con temor:

—Señor Kurama, ¿ya ha dominado el hechizo de metamorfosis?

¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora