No sentía nada. No podía pensar, solo avanzaba hacia adelante, perdida en la oscuridad, hasta que un día algo me tocó. No podía describirlo en ese momento, era extraño y desconocido. Con el pasar de los días, empecé a recobrar mi conciencia. Poco a poco, podía moverme por voluntad propia. Me encontraba en un cristal lleno de agua, con algo extraño flotando sobre mí. No sabía qué era en ese entonces.
Pasaron diez años en ese estado y todas mis preguntas finalmente tuvieron respuesta. Yo era una medusa, destinada a ser utilizada como experimento. Lo que flotaba sobre mí era carne de un ser llamado Kurama, un gigantesco zorro, según el hombre que me mantenía en la pecera. No podía oírme, ni entenderme, pero yo no quería acabar como los otros animales que veía ser sacrificados.
Con el tiempo, me fui acercando a esa carne, con mucho cuidado. Cada vez que tocaba mis tentáculos, estos se disolvían, pero fui ganando inmunidad poco a poco. Un día fui la última en ser elegida para el experimento. Estaba aterrada. El hombre me dio una fruta, colocándola en mi membrana con guantes. Me obligó a envolverla con mis tentáculos, y después de dos horas, la devoré. Sentí mi cuerpo arder. Todo a mi alrededor se encogía, el humano gigante se volvía diminuto ante mis ojos, y me invadió una sensación de poder.
—¡Quiero más poder! —grité mentalmente.
Entonces lo vi: un gigantesco zorro anaranjado apareció. De un zarpazo, desgarró mi membrana, dejándome herida. Asustada, grité:
—¡Me rindo!
El zorro, sorprendentemente, se comunicó conmigo. Después de un intercambio de palabras, llegamos a un acuerdo: me dejaría vivir, pero a cambio, cada treinta años le daría el 20% de mi energía. Acepté sin pensarlo. Cuando me preguntó cómo podía hablar, no supe qué decir, pero intenté explicarlo lo mejor que pude. Aunque lo hice torpemente, él lo aceptó y hasta intentó imitarme.
Con el tiempo, comencé a absorber energía de las criaturas marinas, fortaleciendo mi poder mientras pensaba en aquel zorro. Un día decidí buscarlo, temerosa de que rompiera nuestro acuerdo y me matara. Lo encontré, y para mi alivio, Kurama se había olvidado del trato. Fingí que lo había encontrado por accidente y le recordé la promesa de entregar mi energía. Al recibir mi poder, quedó sorprendido. Entonces me llevó consigo y me enseñó a controlar la energía. Aunque solo podía absorber la energía de mi entorno, como él, poco a poco mejoraba.
Pasaron quince años y, sorprendentemente, me había encariñado con Kurama. Ahora sabía su nombre y lo respetaba profundamente. Nos separamos, y durante cien años no hice mucho. Cuando lo volví a ver, me trató con cuidado, siempre asombrado por mi crecimiento. Ver su cara de sorpresa cuando me veía me hacía sentir feliz.
Doscientos diez años pasaron de esa manera. Un día, Kurama atacó a la humanidad, destruyó ciudades y amenazó con acabar con ellos. Luchó contra los más fuertes del mundo. En un momento de esa batalla, perdí la conciencia, y cuando desperté, vi al majestuoso zorro herido. Sabía que su orgullo era frágil, así que me hice la tonta y no dije nada. Sin embargo, parecía que no lo engañé.
Kurama me llevó a través de un portal a otro lugar. Allí conocí a un chico de cabello rubio. Después de un tiempo, cruzamos otro portal y en el camino encontramos a una anciana de cabello amarillo. Ver a Kurama, un ser que moriría con orgullo antes que humillarse, comportarse con tanta humildad y servilismo ante esa mujer, me aterrorizó. Así que me volví aún más servil que él.
Cuando llegamos a un nuevo mundo, Kurama me cuidó, me enseñó y yo absorbí la energía del entorno. Incluso llegamos a robar bancos y nos hicimos millonarios junto a un hombre calvo llamado Saitama. A veces me molestaba que Saitama nos tratara como mascotas, pero al vivir en el lujo, esa molestia desapareció. Me enamoré de una serie de videojuegos y tuve algunas aventuras con Saitama, pero luego Kurama y yo desaparecimos a través de otro portal.
De vuelta con el chico rubio, que se presentó como Naruto, me habló con admiración de la grandeza de Kurama y del imperio que había construido. Sentí una gran admiración por Kurama, aunque a veces también me parecía molesto.
Visitamos otro mundo, conocimos seres tan poderosos que podían destruirnos con un parpadeo. Aprendimos magia, fuimos a un lago y utilizamos espíritus para fortalecernos. Desarrollé la magia de metamorfosis y obtuve una forma humana. Al verme en mi nueva apariencia, me quedé maravillada. ¡Era increíblemente hermosa! Me di cuenta de que ahora compartía tanto el orgullo como el narcisismo de Kurama, aunque en menor medida.
Cuando conocí a Kurama en su forma humana, aunque era guapo, mi belleza lo superaba. Aun así, lo admiraba profundamente por su constante búsqueda de poder. Pasaron cuatrocientos años en los que aprendimos varias magias. Conocimos versiones malvadas de nosotros mismos de un universo paralelo. Al ver los recuerdos de mi otro yo, me sentí aliviada de que mi Kurama fuera como es.
Finalmente, creamos un reino juntos. Kurama me dejó a cargo de la administración, lo cual no me molestaba. Yo solo quería estar a su lado.
Medu terminó de escribir estas memorias en su diario, mientras los asuntos administrativos del reino la esperaban sobre la mesa.
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¡KURAMA SOY INVENCIBLE EN VARIOS MUNDOS¡
FantasySan, un pobre diablo con mala suerte, transmigró al cuerpo de Kurama, pero no a cualquier Kurama, sino al ¡Kurama recién creado! Plácidamente pensó: "Tengo 800 años para fortalecerme y conocer a Hashirama y Madara. Estoy seguro de que podré ¡derrota...