இ o99. Orochimaru.

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El sol se alzaba sobre la aldea oculta entre las hojas, iluminando la tranquila residencia de Orochimaru y [T/N]

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El sol se alzaba sobre la aldea oculta entre las hojas, iluminando la tranquila residencia de Orochimaru y [T/N]. 

La casa, ubicada en una calle cercana al centro de Konoha, siempre había sido un refugio lleno de amor y calidez, algo que pocos habrían imaginado viniendo de uno de los Sannin. Allí vivían no solo Orochimaru y [T/N], sino también los dos pequeños tesoros de la familia: Akihiko, el mayor, y Aiko, la más pequeña.

Desde temprano, la casa estaba llena de risas y ajetreo. Era un día importante para la familia: Akihiko y Aiko asistirían a su primer día en la academia ninja.

—¡Papá, no encuentro mi protector de frente! —gritó Akihiko, un niño de 7 años, mientras corría por la sala con el cabello negro alborotado. Su personalidad reflejaba una mezcla de curiosidad y determinación, claramente heredada de su padre.

—Lo dejaste en el jardín anoche cuando intentabas "entrenar" con un palo de escoba —respondió Orochimaru desde la cocina, con su habitual tono sereno. Aunque sus palabras podían sonar frías, había en su voz una inusual suavidad cuando se dirigía a sus hijos.

Por otro lado, Aiko, de 5 años, estaba sentada en la mesa del comedor mientras [T/N] terminaba de peinarle su cabello largo y oscuro, que le daba un aire de muñeca de porcelana.

—Papá me prometió que hoy me haría dos moñitos —protestó la niña, inflando las mejillas en un puchero adorable.

—Y lo haré, princesa —respondió Orochimaru mientras se sentaba frente a ella con una pequeña sonrisa—. Nadie más que yo puede encargarse de que mi hija sea la más hermosa de la academia.

Aiko rió, encantada, mientras su padre recogía con cuidado su cabello y lo ataba con precisión. Su meticulosidad, perfeccionada durante años como ninja, ahora estaba al servicio de su pequeña.

La puerta se abrió de golpe, y una voz estridente resonó en la casa.

—¡¿Dónde están mis ahijados favoritos?! —gritó Jiraiya, entrando con una bolsa de dulces en cada mano.

—Jiraiya, ¿puedes ser menos ruidoso? —le reprendió Tsunade, entrando detrás de él con una expresión de impaciencia, aunque sus ojos brillaban al ver a los pequeños.

Akihiko corrió hacia Tsunade con una sonrisa radiante.

—¡Tía Tsunade! ¿Viniste a verme?

—Por supuesto que sí, mi príncipe. ¿Quién más podría robarme el corazón como tú? —respondió Tsunade, abrazándolo y despeinando cariñosamente su cabello.

—¡Oye, eso no es justo! —protestó Aiko, corriendo hacia Jiraiya—. Yo soy la princesa, ¿verdad, tío Jiraiya?

—Por supuesto que sí, mi pequeña. Y las princesas siempre merecen los mejores dulces —dijo Jiraiya mientras le entregaba la bolsa más grande.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora